La ya gastada imagen de un niño y un anciano simbolizando el año viejo y el año nuevo, se presenta como referencia estos días. La cuestión del tiempo como elemento cíclico nos remite a la idea de la permanencia, aunque con la esperanza de que el futuro sea mejor. Por eso el niño aludiendo al 2012 nos resulta atractivo, para expresar los parabienes.
Como siempre, vale la pena poner el contrapunto como una forma de no quedarnos en la mera forma. El contrapunto que se me ocurre es para muchos, algo trillado: que el 2012 no nazca muerto.
Existen innumerables motivos para desear que el año que inicia sea un buen año, lo que implica que 2012 nazca vivo. No se puede decir si feliz o no, porque eso eso es una apreciación que vivimos desde nuestra propia subjetividad e historia. Sin embargo “lo mejor” se puede contrastar en relación con lo que hemos vivido en 2011. Esta última semana, me ha tocado sentir y vivir en carne propia la preocupación por la seguridad, escuchar historias de levantones e intimidación, ver a soldados trasladarse en convoy, sin policías en las calles porque han sido dados de baja. He visto caminar de prisa a las personas, mirando a todos lados, desconfiando de quien contesta un teléfono celular, de los taxis y vehículos que circulan sin placas como si fuese lo mas normal. He visto a las personas caminar con miedo y retirarse de las calles en plenas fiestas de Navidad y fin de año, a temprana hora. Calles vacías, miedos, cuidándose del que está al lado… Y sin embargo, el deseo del año nuevo no muere.
Los humanos como seres simbólicos, no podemos tirar por la borda el deseo de un “próspero año nuevo”, aunque parezca que es imposible. Sin embargo, para que el simbolismo resulte significativo, se requiere algo mas que simples abrazos y uvas.
Este año que inicia nos pone en la posibilidad de replantearnos el futuro. Tenemos en puerta distintos acontecimientos: elecciones federales, estatales y municipales; la vista de un papa, visita de la que muchos todavía no alcanzan a comprender las razones, y que leen como apuntalamiento a los políticos conservadores. A nivel internacional, se posicionará el debate del fin de una era en diciembre del 2012, y muchos buscarán mantenerse atentos. Nuevamente el pluralismo se convierte en nuestro modo de habitar el país, y sin embargo, no se asume el reto de vivir en él.
Como observador de los acontecimientos religiosos, y de aquello que tiene que ver con la vida cotidiana, no tengo modo de adivinar lo que sucederá en el 2012, pero parece quedar claro que varios acontecimientos marcaran los próximos meses: las campañas y las elecciones, la definición de la lucha contra el narcotráfico -que ha sido la consigna del sexenio-, la visita de Benedicto XVI en términos de mensaje político expresado en lenguaje pastoral, la definición de la modificación del artículo 24 de la Constitución, la sustitución de Juan Sandoval, un arzobispo con enorme influencia mas allá de Guadalajara,la forma de resolver los conflictos electorales -que por supuesto se presentaran- y la ruptura de los equilibrios económicos y políticos de las naciones del primer mundo que han apostado al neoliberalismo.
La cuestión no es precisar como ocurrirán las cosas, eso es asunto de los que se dedican a la adivinación. Lo que se puede decidir es buscar el fondo y no la forma. Y en un país como el nuestro, donde se nos ha educado en atender y dejarse llevar por la forma, sin mirar el fondo, esto parece un gran paso. “Mirar el fondo” implica buscar los significados que tienen para nosotros los acontecimientos. El siguiente paso, es tomar posición frente a ellos. Tener esto en mente, parece una forma sensata de decir “deseo un buen año 2012″, si se es o no feliz, es asunto personal.
¡Que inicien un buen año!
Publicado en Proyecto Diez 2 de enero, 2012
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