Besar los pies es una tradición muy antigua. Refleja una época donde el poder de uno era puesto por encima del otro, y se expresaba inclinándose ante este y dando un beso en el pie. Besar los pies es un símbolo de respeto pero también de sumisión. Se trataba de un acto de adoración
Ya el libro del Genesis registra que Abraham al reconocer a los enviados de Dios, que eran unos ángeles fueron recibidos postrándose y besándoles los pies. En la tradición antigua de Persia, Roma, y Grecia, besar los pies tuvo una interpretación política: reconocer el poder del soberano. En ambos casos, besar los pies no se puede separar de la idea de una sociedad jerarquizada, donde el superior es servido por el que es considerado inferior al grado de darle culto con esta acción. Esta acción fue sustituída por la expresión “a sus pies”, que implica finalmente lo mismo aunque fue usada como una muestra de cortesía.
En la tradición judía lavar los pies era un servicio que se hacía a alguien que llegaba de visita a una casa, pues como usaba sandalias, era un signo de cortesía y de agogida mandar a un sirviente a lavar los pies al visitante. Por eso, resulta un contrasentido que Jesús, considerado el superior y jefe se ponga a lavarles los pies a los discípulos. Por otra parte, para sorpresa de muchos, en la narración bíblica (Jn 13, 4-17) no aparece la escena del beso de los pies que posteriormente apareció en la liturgia del Jueves Santo.
El gesto del lavatorio es propio del cristianismo pues en el ritual de la Pascua Judía no aparece, sin embargo hay que precisar que la acción de Jesús consistió sólo en lavar y secar los pies. Es hasta el siglo IV que el gesto del beso aparece en la liturgia católica del bautismo para hacer más evidente la actitud de humildad y de servicio del cristiano. Más tarde hacia el siglo VII la práctica de lavar los pies y besarlos se incorpora a los monasterios como signo de acogida a los visitantes. Esta acción se replica de manera similar en las iglesias católicas romanas y ortodoxas. En cuanto a las iglesias reformadas y evangélicas, los adventistas acompañaban la celebración de la Cena con el rito del lavatorio.
Ahora bien, si actualmente se ha vuelto en la liturgia católica y ortodoxa una tradición besar los pies, podemos preguntarnos ¿qué significado tiene? ¿Se trata de un signo que refleje el sentido de servicio de una autoridad que se inclina ante quien dirige para reconocer que el que es servido es más importante?
O por el contrario ¿se trata de un gesto que aunque tenga una justificación litúrgica, pueda ser usado por los grupos sacerdotales para mostrar su mismo poder? ¿Nos encontramos ante una forma de manifestar una actitud de servicio o ante el cumplimiento formal de las rúbricas que no cambia el modo de ejercer la autoridad?
Lamentablemente las respuestas se encuentran en cada sujeto sacerdotal o episcopal que besa los pies durante el lavatorio, pues corresponden al ámbito de la conciencia. Sin embargo, los signos –que siempre son externos- pueden mostrar el interior del sujeto, es decir, su conciencia. Dicho de manera simple, si quien lava los pies lo hace como un signo de reconocimiento del débil, del inferior, del marginado, y efectivamente esta es su convicción, el obispo o sacerdote estará alineando tradición y actualidad, pues ejercerá su actividad como servicio respetuoso de la dignidad del otro, desde el reconocimiento de la alteridad. De otra forma, el autoritarismo, el deseo de tener la última palabra y de creer que es la voz de Dios dejará al signo del besar los pies como una tradición muerta. ¿Puede estar pasando eso entre nosotros?
Nota: La fotografía ha sido publicada por La Jornada Jalisco
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