sábado, 24 de diciembre de 2011

Puso su tienda entre nosotros…

“Y puso su tienda entre nosotros” es una expresión bíblica que señala en el evangelio de Juan, que la divinidad se ha instalado entre los humanos.  Se trata de una de las frases más fuertes que tiene la tradición cristiana, que no se puede perder de vista,  a riesgo de vaciar el contenido de la presencia de Jesús.

Para ello revisemos el asunto. Los humanos nos movemos en un mundo de múltiples interpretaciones. Esa es nuestra ventaja y nuestra desventaja. En el primer caso, nos ayuda a buscar matices a los asuntos que nos suceden, y gracias a la interpretación podemos contrastar experiencias vitales. En el caso de la desventaja, ocurre que nunca estamos del todo seguros de que nuestra interpretación corresponda a la verdad. El mundo de las palabras humanas, entonces, es movernos entre las brumas de la interpretación.
En el caso de la navidad, sucede lo mismo. En el cristianismo tardío la palabra “natividad” se ha suavizado para dar paso a la expresión “navidad”; pero la fiesta antes de tener resonancias cristianas, ya existía. El origen de estas fiestas está asociado al renacimiento del sol. Una vez pasada la noche más larga del año, en el solsticio de invierno, resurge la esperanza de la vida. Se trata de una fiesta de reminiscencias agrícolas que llena de alegría a las distintas culturas que ponen su fe en que la tierra, una vez que el sol ponga calor en ella, pueda ayudar a las personas a no morir de hambre. Esta misma intención agrícola parece encontrarse en algunas interpretaciones de la Fiesta de la las Luces, Janucá, que recuerda por una parte, el hecho de la lámpara del Templo judío que arde ocho días sin apagarse cuando tenía aceite para uno solo, y se considera un signo de victoria de los judíos ante los griegos. Pero en contraparte, también puede considerarse la fiesta del agradecimiento por el aceite del olivo, que mantiene la luz en medio de los días previos al solsticio de invierno. En ambos casos se trata de celebraciones festivas, ante la posibilidad de recuperar la vida.

Cuando Juan, en su evangelio, alude al nacimiento de Jesús con la expresión “puso su tienda entre nosotros”, no se había perdido el sentido de Janucá ni del solsticio de invierno, tanto en la cultura judía como en la romana. No se puede decir, ni siquiera que el apóstol tenga preocupación por la explicación teológica de la encarnación, ni mucho menos que esté instituyendo una nueva celebración religiosa. Es hasta el año 359 que en Roma se asocia la fiesta del Sol Invicto con el nacimiento de Jesús, aunque en Constantinopla llega hasta el año 380, es decir 20 años después. La certeza de la fecha del nacimiento de Jesús, no se tiene. Se sabe del suceso, sin fecharse. Por eso, las interpretaciones son imprescindibles para nosotros.

Para ello recurriré a una historia escuchada estos días: un niño de apenas cinco años, solicita a su tía le ayude a escribir una carta al niño Dios; ella le dice “Comienza tu carta así: Querido niño Jesús…” Él la interrumpe y le dice, “Tía, la carta es para el niño Dios; Jesús esta muerto; ¿No recuerdas que está en la cruz? ¿Cómo va a traerme regalos si está muerto?”. Esta conversación, remite al proceso de interpretación que se vive en torno a la navidad y respecto a la persona de Jesús. En muchos ambientes cristianos, a fuerza de segmentar la vida, se realiza una disociación entre Jesús y el niño Dios.
El riesgo de esta visión segmentada: el niño Dios para la navidad, y Jesús para el resto del año litúrgico, genera que la expresión “puso su tienda entre nosotros” se vacíe de contenido al enfatizar únicamente el carácter festivo de un momento. Cierto que nuestra visión es de parcialidades, por lo que, habrá que estar atentos a la intención del planteamiento de Juan. Al insistir en que Jesús puso su tienda entre nosotros, señala que comparte la humanidad en todo lo que esta implica. De ahí podemos señalar que la navidad es la fiesta del hombre, la fiesta del encuentro, de la relación que se establece entre la humanidad y la divinidad.

La interpretación de la Navidad y lo que sucedió históricamente, podría comenzar recuperando la narración bíblica, que señala un censo, un viaje, un pesebre, unos pastores, unos ángeles. En síntesis, precariedad y pobreza. Esta narración presenta un contrasentido con la idea judía de la bendición de Dios traducida en éxito económico. La revelación cristiana presenta una ruptura con la judía en este aspecto. Se trata de la concretización de un proceso de encarnación sociológica,  sin dejar de lado la interpretación más común de la encarnación biológica del hijo de Dios. La narración bíblica apunta una opción que no puede pasarse de largo: Dios toma opción por los pobres y los marginados. De esta manera, los ángeles presentan su mensaje no a los que tienen recursos; sino a los pastores; y el mensaje señala dos asuntos; el primero es que la  gloria a Dios que se vive en el cielo, tiene como consecuencia la paz en la tierra a los que tienen buena voluntad. En este sentido, lo que da origen a la alegría es una actitud: la buena voluntad.

La Navidad se presenta como ocasión de repensar el sentido de la presencia de Jesús en la tierra. “Poner su casa entre nosotros” expresa que Jesús nace en un contexto de marginación y dolor, de pobreza, de discriminación, de inseguridad, de interpretaciones piadosas que enfatizan la pureza, la forma en vez del fondo. La presencia de Jesús es un acontecimiento que denuncia las formas de vivir que rompen la unidad, que descalifican al otro... Hoy se corre el riesgo de lo mismo, de suavizar, de superficializar, de llenar de cuestiones piadosas la presencia de Jesús. Si bien la piedad popular es respetable y muy importante, el acontecimiento de Navidad esta cargado de formas simbólicas que podrían oscurecer el sentido de la presencia de Jesús que “puso su tienda entre nosotros”.

¡¡¡Feliz Navidad para todos los que se animen a pensar el sentido de que Dios ponga su tienda entre nosotros!!!

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Las primeras impresiones de la partida de Juan Sandoval

La Arquidiócesis de Guadalajara tiene ya un arzobispo emérito: Juan Sandoval, y un nuevo arzobispo: José Francisco Robles Ortega. La fuerza, el protagonismo y la intención de quedarse en Guadalajara de Sandoval; hacían necesario un sucesor del mismo nivel. Ninguno de los mencionados por el clero tapatío, particularmente Javier Navarro y Leopoldo González, o el candidato del Nuncio, Carlos Aguiar, tenían el peso suficiente para suceder a Juan Sandoval. El más fuerte era Aguiar pero estaba descalificado por el ya arzobispo emérito. El nuevo arzobispo, tiene la estima de Sandoval, y al menos no tuvo su veto en la terna que se presentó a Roma.

La sucesión se detuvo en varios momentos. Incluso hace una semana, Sandoval esperaba pasar las navidades siendo el titular de la iglesia de Guadalajara. Así lo hizo saber a los medios, al cancelar el homenaje que se había programado para el 3 de diciembre. Las cosas dieron un vuelco y con características peculiares que no se pueden perder de vista.

¿Qué hace peculiar la sustitución? Es la primera vez que un arzobispo de Guadalajara es sustituido por un arzobispo, también es la primera vez que el sucesor tiene las mismas credenciales del antecesor: arzobispo, cardenal, experiencia pastoral en dos diócesis de peso: Toluca y Monterrey, sabe tratar con obispos eméritos, pues en su actual diócesis ha tenido dos. Por otra parte, el estilo es menos protagónico y se le puede considerar un conservador moderado dentro del clero, y además prudente. Si bien, fue alumno del arzobispo emérito, no se puede decir que sea su discípulo en el sentido de seguidor de sus acciones.

¿Qué se puede esperar de Robles Ortega? En principio con el nombramiento del nuevo arzobispo, Benedicto XVI parece estar apostándole a tres cosas: la prudencia en el modo de guiar a la iglesia diocesana, al manejo de un perfil discreto pero funcional en su relación con los actores políticos, a mantener una línea pastoral conservadora acorde con su comprensión de la iglesia. En Monterrey, su ejercicio pastoral se ha caracterizado por acercarse a los grupos que representan una mirada conservadora en la iglesia.

El análisis de un asunto que parece menor, puede ser una ejemplo de la manera que Robles Ortega se posicionará frente a su antecesor. Igual que en la política donde la forma es fondo, en la iglesia sucede lo mismo. El modo de anunciar la sucesión presenta una variante: no ha sido la Conferencia del Episcopado Mexicano, ni la Arquidiócesis de Guadalajara quienes han dado la nota, sino directamente el Arzobispado de Monterrey y los medios de comunicación vaticanos. Este asunto no resulta menor y muestra de qué lado está el ejercicio de la autoridad. Sandoval ha sido desplazado y el modo de anunciarlo así lo indica. La reacción de la Arquidiócesis se da después de que los medios comunican la noticia, mientras que en Monterrey se percibe toda una estrategia comunicativa que ha rebasado a Guadalajara.

Por otra parte, hay que reconocer que Robles Ortega no llega a territorio desconocido, pues aquí realizó parte de sus estudios, y algunos de los sacerdotes actuales fueron sus compañeros. Si bien, encontrará finanzas sanas, tiene a un clero numeroso, que ha vivido bajo tensión, que ha sido poco escuchado y que esperaba y oraba por la sucesión desde hace poco más de tres años. Tendrá también que resolver el asunto de los sacerdotes que han dejado el ministerio, y los problemas del seminario. Habrá de decidir sobre la posible división de la diócesis, la continuación del santuario de los mártires, el futuro de la pastoral, pero sobre todo el papel y la actividad de su antecesor. Deberá incluso tomar postura ante el caso Posadas, que fue utilizado por Sandoval para confrontar al Estado mexicano.

Al parecer, algunos extrañarán el estilo abrupto de Sandoval, otros agradecerán su retiro y silencio. Eso finalmente no es importante, sino el nuevo estilo de dirigir a la iglesia tapatía que durará por los próximos 13 años cuando Robles cumpla 75 años, más los que se acumulen.

Finalmente, en estas primeras impresiones, se tendrá que estar atentos a la manera como el Cardenal Robles, se relacione con los candidatos a puestos de elección popular, y sus movimientos en torno al asunto. Ojalá sea para bien este nuevo estilo, o por lo menos sin tantos exabruptos. Ojalá tengamos un estilo verdaderamente evangélico, que dicho sea de paso, se extraña en Guadalajara.

La sucesión en los medios

Esta mañana ha aparecido la nota de la sucesión de Juan Sandoval en los medios de comunicación. Muy temprano han comenzado las reacciones.

Sucesión confirmada

Finalmente, Juan Sandoval deja la titularidad de la Arquidiócesis tapatía. En su lugar Francisco Robles, obispo conservador moderado, de buenas maneras, le sustituye ya. A partir de hoy, aunque Sandoval diga lo contrario, ya no puede tomar decisiones, sigue siendo obispo, pero ahora emérito y funge como Administrador Apostólico. Se trata de una figura jurídica que mantiene y prepara la llegada del sucesor, pero no decide nada. A partir de hoy entramos en un periodo -tipo interregno- donde se espera la pronta llegada del sucesor. Para ello tiene dos meses, por lo que su llegada ocurrirá a principios de febrero como límite.

El cardenal Robles, guardará las formas con Sandoval, pero ya ha marcado distancia. El primer dato que hay que señalar es el modo de anunciarse: contra la tradición, el anuncio del nombramiento no se realiza en Guadalajara o en la Conferencia del Episcopado Mexicano, sino desde Monterrey, y el aviso no lo hace el Nuncio sino el obispo auxiliar de Monterrey. Cercanía distante, ha aparecido en los inicios.

Sandoval lo sabe y por eso ha declarado que sigue siendo obispo, pero no ha dicho que como administrador lo único que le corresponde es mantener el orden y organizar la recepción del sucesor. Ha señalado también que Robles en algún momento fue su alumno. Sin embargo, esto no significa cercanía necesariamente.

Cercanía distante o distancia cercana. Ésta será al parecer una característica en las relaciones Sandoval-Robles. Si esto se traduce y traslada al ámbito de la pastoral, podremos ver una nueva forma de dirigir la iglesia. Ojalá sea una forma alineada al evangelio, que se extraña desde hace muchos años en Guadalajara.

Para ello, el Cardenal Robles deberá tomar decisiones: la primera sobre el sitio donde va a vivir. Vivir en Colinas de San Javier, como dijo hace unos días Sandoval, no parece un mensaje alineado a la pobreza evangélica. Otra decisión es la de escuchar a los sacerdotes sin gritarles, descalificarlos e insultarlos. Una más habrá de referirse a las relaciones con los políticos que le buscarán, acostumbrados durante casi 18 años a pedir los consejos de Don Juan -como ellos le dicen-, para ser aprobados y lograr un puesto.

Habrá muchas decisiones, entre ellas, la cuestión de la división de la diócesis para atender a todos. ¿Será capaz el Cardenal Robles de tomar las decisiones?

Al parecer así lo vió el Vaticano. Habrá que esperar un poco a ver si es capaz de distanciarse del estilo del antecesor.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Preparación y presión para la Primera Comunión

"Dejen que los niños se acerquen a mí", ha sido una frase evangélica que suele utilizarse en las ceremonias de Primera Comunión en la Iglesia Católica, aunque no haya sido pronunciada en este contexto. La frase evangélica remite al contexto judío de formación de la niñez y a las distancias que los adultos solían tener con ellos, antes de ser reconocidos como hijos de los mandamientos, con la celebración del Bar Mitzvah. En este sentido, la frase de Jesús expresa una ruptura epistemológica para la mentalidad de los discípulos que trataban de que los niños no molestaran acercándose al Rabí, cuando ellos consideraban que estaban realizando un servicio.

Hoy se utiliza la frase coloquialmente, como una expresión cristiana de cercanía y aprecio de Jesús por los niños. Específicamente en la liturgia aparece como una invitación a todos. Para escuchar esta frase y recibir el sacramento, los niños católicos romanos, a diferencia de la tradición católico ortodoxa, deben prepararse específicamente para este momento. En la tradición ortodoxa, la primera comunión se realiza inmediatamente después del bautismo y la crismación (confirmación), en la misma ceremonia.

En la tradición católica no es así, sino que alrededor de los 7 años, el niño comienza su preparación. Lo que llama la atención es que en algunas parroquias de la Arquidiócesis de Guadalajara y de la Diócesis de Cd. Guzmán -hasta el momento no tengo información de otras-, se les otorgue a los niños una tarjeta que deben sellar todos los días que van a la catequesis y obligatoriamente a misa. Asimismo se les insiste que aunque sus padres estén separados y no dialoguen entre ellos, deben presentarse a la ceremonia para que sean una familia ante Dios. Los niños, pero sobre todo las mamás viven -al menos algunas de ellas- la presión de tener que asistir a la celebración obligatoria porque si no es así, no se obtiene el sello de la tarjeta, y el niño corre el riesgo de no realizar  la primera comunión.

¿Qué tipo de práctica pastoral es esta? ¿Cuál es su fundamento? ¿Adónde conduce? ¿Por qué se realiza? ¿Se dan cuenta las autoridades religiosas que buscando acercar a los niños producen -al menos en algunos padres- un sentimiento de rechazo? Que no se pregunten después, porqué ocurrren las deserciones y distancias con la fe de los mayores. ¿No habría otras formas más pastorales de motivar?

XV Encuentro de la RIFREM

Convocatoria para el

Religion Mexico: XV encuentro de la RIFREM: Zapopan, Jalisco, 14-16 de marzo de 2012. SEDE: El Colegio de Jalisco.

En el enlace podrán revisar los datos.

La muerte no es el final del camino. Símbolos y ritos ceremoniales en el catolicismo

Conferencia presentada en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara : "La mue...