Decía una canción que escuchaba de niño: Sufrir me tocó a mí en esta vida, llorar es mi destino hasta el morir. Eso me parecía muy triste, pero más aun la siguiente parte que importa que la gente me critique, si así lo quiere Dios, hoy tengo que cumplir.
A muchos años de distancia, puedo decir que la melodía se engarza en una teología del castigo, que exalta el sufrimiento como querido por Dios. Esta teología del "sufrir me tocó a mí" refleja la tristeza y el sometimiento como modo habitual de estar en el mundo.
La cuestión se opone a la idea del Dios de Jesús que ayuda a las personas a recuperar el sentido de la vida. El Dios cristiano, oscurecido en múltiples ocasiones por una teología eclesial neoconservadora o del progreso, es muy diferente. Incluso se ha de reconocer que muchas veces las iglesias, preocupadas por mantener la disciplina, el dogma y la asistencia al culto, no presentan el verdadero rostro de Dios al caricaturizarlo y crear pequeños dioses, que adquieren su fuerza al pregonar una teología del sufrimiento.
El Dios cristiano es el Dios Abbá, el Dios papito, así como expresión de cariño que refleja la voz de un niño que mira a su padre y siente la certeza de que todo estará bien y de que hay futuro. El Dios de Jesús es Abbá. Se trata de una experiencia íntima que solo reconoce el que se siente querido y sabe que aunque en ocasiones el dolor y el mal se hagan presentes, éstos no son para siempre. La teología de Jesús, se opone al "si así lo quiere Dios, hoy tengo que cumplir" de la canción que escuchaba en mi infancia.
Jesús es el Dios no sólo de la re-velación sino de la protestación -siguiendo a Boff-, se trata del reconocimiento de que la vida siempre es más, y que prot-estar es una manera de estar en el mundo. Prot-estar es rebelarse ante lo dado, ante las condiciones, es reconocer la insatisfacción que surge cuando se sabe o al menos intuye, que la vida es algo más.
En estos días de fin de año y de inicio del siguiente, aunque se trata fechas arbitrarias -recuérdese que todo calendario refleja cierta arbitrariedad-, es oportuno preguntarse sobre las razones para vivir. Seguramente, aun en medio de las cotidianas dificultades, nos descubriremos como seres insatisfechos, de protestación, que vamos tras otras perspectivas.