
En este complejo entramado de misterio que somos cada uno de los seres humanos, la ética se convierte en una especie de compañera para pensar la vida. No es que la vida esté hecha ni que la ética sea un conjunto de indicaciones. La ética es -en ocasiones- una compañera incómoda que nos remite al carácter, al fundamento de la praxis, a los valores que están detrás de las decisiones.

Siempre hay muchas cosas en juego en el proceso de elegir, pero también podemos estar como dice Sartre, eligiendo con mala fe, es decir, buscando que otros validen o nos digan lo que tenemos que hacer. La elección más auténtica según los existencialistas, que pensaban que el hombre es un proyecto de libertad, se realiza siempre en soledad.
Nunca se está más solo que cuando estamos ante nuestra propia conciencia, con la certeza clara de que lo que decidamos siempre será factor de múltiples interpretaciones, incluidas las que ponemos en juego para tomar la decisión.
En la soledad de la toma de decisiones es cuando descubrimos lo que algún autor llamó "la insoportable levedad del ser", que puede expresarse también como la conciencia de ser misterio consciente de sí mismo, que por este hecho, hagamos lo que hagamos cuando estamos con otros, podemos decir que somos soledad en compañía., misterio entre misterios, elección entre interpretaciones.
Lo más duro de la elección, es que al tomar decisiones, quedamos marcados en algún sentido. Las elecciones éticas se convierten -nos guste o no- en señales inequívocas de nuestro paso solitario por el mundo, que sin embargo, afecta a los otros. Son las señales de la batalla por la vida...
Esto y más nos jugamos en las elecciones que hacemos....
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