sábado, 16 de julio de 2011

Comunicado: La actividad del Obispo no está al margen del Evangelio

Escrito por  Diócesis de Saltillo

A LOS FIELES DE LA DIÓCESIS DE SALTILLO,
A LA OPINIÓN PÚBLICA:

En el contexto del hostigamiento en contra del Obispo de Saltillo, Fray Raúl Vera López, por sus acciones pastorales, expresado en mantas colocadas en el exterior de la Iglesia Catedral el día 14 del presente, queremos manifestar lo siguiente:

El trabajo pastoral del Obispo Diocesano, que abarca espacios muy variados de la vida de la Iglesia y de la sociedad, se inscribe claramente en el ámbito de las enseñanzas y de las normas pastorales de la Iglesia.

El abordar no sólo las cuestiones de Iglesia, sino también las de la vida pública, fuente continua de contradicciones, no representa un desvío hacia terrenos ajenos a la misión pastoral, puesto que el Concilio Vaticano II dejó establecido que "la iglesia, en virtud del evangelio que se le ha confiado, proclama los derechos del hombre" y "es de justicia, que pueda en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina sobre la sociedad, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas" (Gaudium et spes 41, 76). El fundamento de estas responsabilidades de la Iglesia y de sus ministros es, desde luego, la suprema dignidad del ser humano, única imagen de Dios, que se muestra especialmente cercano a quienes viven en condiciones precarias y vulnerables, víctimas de los daños y perjuicios que causa un mundo desequilibrado.

Además, el mensaje final del Sínodo de los Obispos denominado “La Justicia en el mundo”, del año de 1971, estableció, para los mismos pastores, la exigencia de abordar las realidades emergentes con un verdadero sentido de justicia: “Por tanto, debemos estar preparados a asumir nuevas responsabilidades y nuevos deberes en todos los campos de la actividad humana y particularmente en el ámbito de la sociedad mundial, si de verdad se quiere poner en práctica la justicia. Nuestra acción debe dirigirse en primer lugar hacia aquellos hombres y naciones que por diversas formas de opresión y por la índole actual de nuestra sociedad son víctimas silenciosas de la injusticia, más aun, privadas de voz” (I. La justicia social y la sociedad mundial). Así entonces, las nuevas responsabilidades que la Iglesia y sus pastores tienen que asumir, según la “índole actual de nuestra sociedad” caracterizada por tantos desequilibrios económicos, culturales y políticos, deben alcanzar los espacios cada vez más complejos de la sociedad en los que se pone en juego la dignidad de las personas y la construcción de sociedades más humanas y, por lo tanto, más justas.

La enseñanza última de los Obispos latinoamericanos, contenida en el Documento de Aparecida, deja en claro que “La misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño” (381). Para la Iglesia y sus pastores no hay, por tanto, manera de eludir los compromisos que tienen que ver con el ser humano en su integralidad; nada que tenga que ver con la vida de las personas y con su derecho a una vida pacífica, libre y segura, en la que sean sujetos de su vocación de hijos de Dios a la salvación, es ajeno al trabajo pastoral.

La actividad constante del Obispo, que encabeza a esta Diócesis con sus organismos, sus planes de trabajo y sus agentes de pastoral, no está al margen del evangelio, ni de las normas y orientaciones de la Iglesia, ni de los retos de la sociedad en la que vivimos. Por fidelidad al ministerio pastoral que desempeña, no cesará su dinamismo y su voz, que buscan contribuir a la construcción de comunidades de fe más vivas y comprometidas y de una sociedad más humana, aunque lo expongan a la agresión, tan fácil de perpetrar en estos días tan desafiantes en los que vivimos y en esta sociedad tan agitada, en la cual la Iglesia se encuentra inserta.


Pbro. Gerardo Escareño Arciniega
Vicario General

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