Tomada de CNN |
El
rumor de la renuncia de Benedicto XVI se ha concretado. El 28 de febrero el
Papa dejará su cargo y con ello aparece perspectivas nuevas que no ocurrían en
la Iglesia desde 1415, en que Gregorio
XII (Cardenal Angelo Correr) dimitió.
De acuerdo con el Derecho Canónico esta es una
posibilidad, pero en este artículo me quiero referir a las razones de la
renuncia. El texto señala como argumento central más allá de la enfermedad, el
análisis consciente delante de Dios. Se
crea o no en Dios este es un argumento muy importante en la medida que el que
lo realiza da muestra de tener un posicionamiento crítico no sólo ante la
realidad externa, sino ante sí mismo. Las palabras clave son: “Después de haber examinado ante Dios
reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad
avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio
petrino”.
Las
características clave de este análisis es la reiteración del mismo, la
consideración de las exigencias del servicio, y el posicionamiento delante de
Dios. Sin embargo, la gran clave es este último. “Delante de Dios”, implica en
el proceder de Benedicto XVI el reconocimiento de su subordinación a algo
mayor. Y la consideración de las exigencias del servicio, señalan que ha hecho
un análisis serio y profundo de la vida de la Iglesia, que le permite constatar
que es un barco en crisis real, que requiere de fuerzas que ya no tiene.
La
renuncia es un gesto fuerte y valiente, a pesar de que pudiera parecer lo
contrario, para un mundo que se niega a reconocer la edad, las limitaciones y
que quiere vivir en permanente juventud. Se trata de un llamado fuerte a los
líderes políticos y religiosos que desean permanecer incluso más allá de la
muerte, en la memoria de los demás más por su presencia vitalicia que por sus
acciones.
Por
otro lado es un llamado de atención a la Curia Romana, experta en manejos
diplomáticos de los conflictos, lo que le hace menos evangélica y más cercana a
las intrigas, como lo demostraron las filtraciones e incluso más de un discurso
del Papa.
También
es un llamado serio al Colegio Cardenalicio, acostumbrado a un discurso y a
unas prácticas para mantener el orden en medio del desorden. Pocos cardenales
se han movido en los límites de las fronteras e incluso no las han rebasado,
cuando la Iglesia requiere de profetas. Las labores administrativas, e incluso
el reconocimiento social ha hecho que las declaraciones desde oficinas y
predicaciones para unos pocos, se conviertan en eje de su acción.
¿Qué
sigue ahora? Con este gesto, Benedicto XVI impulsa una seria discusión sobre la
iglesia en el mundo actual, y el modo de entender el ejercicio del papado. No
es que Benedicto XVI fuera inocente o desconociera la problemática de la
Iglesia, al asumir el Papado, pero con este gesto, pone sobre la mesa los
grandes problemas de ella, que no ocurriría de la misma manera si muriera
ejerciendo el ministerio de Pedro.
Los
problemas de la Iglesia son múltiples, desde los escándalos de pederastia, la
disolución de líderes religiosos como Marcial Maciel con conductas
irreligiosas; aparecen también los escándalos del dinero; el modo de ejercer el
poder, el papel de la Curia Romana y la disminución de sacerdotes, entre otro
muchos.
¿Qué
sigue? En principio antes de pensar en el nuevo Papa –cosa que ocurrirá
inmediatamente-, se exige un análisis serio de las razones de la renuncia, para
no dejarlo en meras cuestiones de salud; enseguida, una revisión de las
condiciones en que se deja el Papado y el estado de la Iglesia, más allá de las
visiones triunfalistas que permanecen en muchos cardenales; y después el
análisis de las personas para enfrentar la crisis de inicio del siglo XXI de la
Iglesia.
Mucha
tinta correrá en estos días y aquí seguiremos analizando el asunto: lo
importante es el tsumani que esta decisión genera en los líderes acostumbrados
a permanecer, y las posibilidades de cambio que aparecen en el horizonte, sin
embargo, esto también es un escenario complicado debido a las posturas y
tendencias conservadoras de los cardenales.
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