lunes, 25 de febrero de 2013

Papables: El juego de las nominaciones

El Papa habla ante los cardenales en el Vaticano el sábado, en una imagen
de L’Osservatore Romano. / GIANFRANCO RAVASI (AP)
Las elecciones democráticas suelen ser, la mayoría de las veces, complicadas. La participación de electores se da en función de una elección previa, cuando los partidos definen a los candidatos. Se trata, en las sociedades liberales, de un procedimiento que según el modelo político puede ser una elección directa ejercida mediante el voto personal, o una democracia representativa, como en el caso de la elección indirecta, vía los representantes elegidos previamente.
 
En el caso de la Iglesia esto no sucede de ninguna manera. Independientemente de que el ganador, debe hacerlo por el sufragio de dos terceras partes de los electores, no se trata de democracia, pues los cardenales no representan a nadie, pues no han sido electos por la mayoría, ni mucho menos responden a los intereses de los creyentes.
 
El sistema de elección papal, es único en el mundo. Es un híbrido entre la monarquía y algunas prácticas de las democracias representativas, pero en ambos casos se trata de una cuestión única. Por eso parece complicado de entender.
 
En principio, los candidatos, no representan a los creyentes sino que su nombramiento procede del sistema de cooptación que opera en la iglesia latina, desde los años de formación. A los puestos de autoridad en la iglesia llegan aquellos a los que durante su desempeño se les ve: aprecio por la ortodoxia, obediencia, habilidad política, y cierto interés pastoral. Esto crea un grupo compacto y con cierta homogeneidad. Los progresistas, quienes cuestionan las formas tradicionales, y los sacerdotes de “a pie” difícilmente llegan a dirigir una diócesis, si acaso alguna parroquia.
 
Este grupo representa entonces, la coincidencia en una visión eclesial, que responde, a quien hace la elección, es decir, al Papa en turno. Entre más dura un papa en el trono, más se parecen los cardenales a él, porque la sucesión se da entre los iguales, dando origen a un proceso de reproducción del campo.
Así las cosas, no es importante el nombre, o la personalidad de los cardenales, sino las relaciones y el grupo de origen al que pertenece. En todo caso, serán sus homólogos, en el sentido más preciso del término, quienes le elegirán. Puede cambiar el nombre, la lengua y la fisonomía pero no la pertenencia.
 
En el caso de los 117 cardenales que elegirán al sustituto de Benedicto XVI, 49 fueron designados por Juan Pablo II y 68 por Benedicto XVI, por lo que reproducen de alguna manera algunas de sus posturas y tendencias. Ante este panorama pareciera que cambiarán las formas pero no el fondo.
 
Sin embargo, siempre cabe lugar para la esperanza. 
 

viernes, 22 de febrero de 2013

Benedicto XVI, un pontificado de transición



Lourdes Celina Vázquez Parada
Académica del Centro de Estudios  de Religión y Sociedad, UdeG
Realiza actualmente un postdoctorado    en Alemania


En política, cuando se habla de transición, se piensa en periodos cortos de gobierno que permitan establecer las nuevas condiciones del arribo de una nueva etapa. El pontificado de Benedicto XVI fue, desde mi punto de vista, un pontificado que desde las más altas esferas se pensó de transición, sin grandes cambios ni trazos de nuevos rumbos, con la finalidad de que las correlaciones internas de fuerzas terminaran de configurarse.

Imagen de Julio Sánchez
Ocho años al frente de la institución más longeva, influyente y numerosa del mundo, parecen un periodo relativamente corto si se le compara con el de su antecesor, Juan Pablo II. Se trata de pontificados muy contrastantes, tanto por la personalidad de sus actores, como por el rumbo que fijaron en el gobierno de la Iglesia. Ocho años que sin embargo no bastaron para que el pueblo católico creyente hiciera a un lado el recuerdo del carismático Juan Pablo II y lograra descubrir las bondades de un pontificado de línea dura fundamentado en una visión teológica firme y formada en la frialdad académica del pensamiento racional, que se opuso de tajo a las grandes reformas que la iglesia pide y necesita para adecuarse a los nuevos tiempos: el celibato sacerdotal, el ministerio sacerdotal a mujeres, la aceptación del matrimonio homosexual, la aceptación de los creyentes casados en segundas nupcias, la participación activa de los laicos en el gobierno de la iglesia, etc.

Benedicto XVI se opuso a todas estas reformas y marcó su rumbo con la declaración en contra del relativismo religioso. Buscó desde el principio revitalizar la liturgia, centrarse en los dogmas y en el derecho canónico para afianzar a la iglesia en la tradición. Fue, aparentemente y como siempre se dijo, un pontífice conservador reacio a los cambios.
Sin embargo, lo que ahora ha hecho al anunciar su renuncia libre, reflexionada y voluntaria, al cargo de pontífice, argumentando que sus fuerzas se han agotado y que su salud está muy deteriorada, es la mayor transformación que uno pudiera esperarse en beneficio de la propia iglesia.

En primer lugar porque implica reconocer que el papa, o Sumo Pontífice, o Santo Padre, como se le llama a partir de su nombramiento, es un ser humano como cualquier otro, y como ser humano tiene también sus limitaciones físicas. En segundo lugar, como han señalado analistas alemanes con respecto a su renuncia, ha querido con este acto ahorrarle a la iglesia una situación vergonzosa al verse dirigida por un papa viejo y demente. Además, a la par de los cambios en el mundo, la iglesia actual parece requerir de un pontífice que se mantenga cercano a sus creyentes y en comunicación permanente, aprovechando todos los adelantos tecnológicos. En sus últimos días se le presentó al mundo haciendo uso de un moderno aparato donde abría su cuenta de twiter. Las imágenes mostraron cómo difícilmente y con temor tocaba la pantalla, y unos segundos después aparecían por todo el mundo los mensajes que de manera muy ágil supuestamente enviaba.

Lo inaudito del caso.

En el muro de facebook de un sacerdote aparece el siguiente comentario: “”Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez, que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero que no sea aceptada por nadie (dado que no tiene superior en la tierra)” Canon 332,2 código del Derecho canónico, único elemento válido para juzgar el tema”. 

Una iglesia que necesita abrirse al mundo
En México se reacciona con temor y angustia: ¿habrá dos papas?, ¿es esto un cisma?, ¿seguirá un papa negro y luego el fin de los tiempos? ¡Jesucristo no renunció!, ¡Juan Pablo II murió en la raya sin renunciar a su mandato! Son las primeras reacciones. En Alemania la situación es diferente: no obstante lo sorpresivo de la renuncia, se habla de su derecho a la libre decisión, y se considera como un acto de valentía el admitir que no se tienen las fuerzas suficientes para continuar con tan difícil cargo. Se piensa ya en la elección del sucesor y se manifiesta la esperanza de que el nuevo papa haga posibles las reformas de la iglesia, y vuelva la mirada a las propuestas del Concilio Vaticano II, a pesar de que los cardenales electores sean en su mayoría conservadores; que su actitud frente a las necesarias reformas de la iglesia fue muy pasiva, por ejemplo en lo referente al diálogo ecuménico; o que se desearía alguien tan abierto como lo fue Juan XXIII, “nosotros los europeos ya estuvimos mucho tiempo montados en el tren, para el desarrollo de la iglesia sería importante ahora un papa de color, porque el futuro de la Iglesia está en Africa, Sudamérica y Asia” (Lindauer Zeitung 12/02/2013).

Al parecer la renuncia del pontífice se ajusta sólo en parte a lo establecido en el derecho canónico, en cuanto al ejercicio de su libre albedrío; en cuanto a la no aceptación, parece obvio que ya la curia lo aceptó desde antes de ser anunciado. En todo caso, si el derecho canónico no se adecúa a las nuevas situaciones, serán sus cánones los que deben ser cambiados, porque la realidad ya es otra. La gran aportación que este papa intelectual y frío, conservador y sin carisma, como se le ha llamado, ha hecho a la iglesia, es tan profunda tal vez como lo fue el Vaticano II. Aparentemente fue un opositor a este concilio, pero a partir de ahora, y gracias a su valiente renuncia, ningún cónclave pensará en adelante en nombrar a un papa que ejerza su cargo hasta el día de su muerte. El pontificado se ajustará en adelante a los requerimientos de la época, pudiendo suceder que haya renuncias al cargo del pontífice en turno. Lo que puede preverse como un pequeño resquicio por donde soplen, quizás, los vientos de la democracia.   

Este hecho conlleva además un cambio profundo en la percepción que se inculca a los católicos con respecto al pontífice: como “Santo Padre” que fue llamado al momento de su elección, Benedicto XVI enseña que para morir en santidad necesita vivir recluido en oración, y no ejerciendo las funciones del ministerio petrino, que además de difíciles, son también muy polìticas. Es decir, que la santidad no es un regalo si más, sino una actitud que se vive en la contemplación y el recogimiento. No en vano el anterior renunciante Celestino V, 719 años antes, fue alguien que buscó vivir en santidad y no pudo conjuntar este deseo con la encomienda papal.

Finalmente, un comentario a un escrito muy elogioso que circula en las redes con respecto a la renuncia: Se inicia hablando del desconcierto y del dolor que deja en los creyentes el hecho sorpresivo de la decisión de Benedicto XVI, y se elogia la “renuncia” equiparándola con todas aquellas que debió haber hecho a lo largo de su vida: a formar una familia, a tener una pareja, etc., para ello el alemán tiene una palabra: “verzichten”. En el caso que nos ocupa se trata de la renuncia como un paso atrás: zurücktreten. Así lo llamó él mismo y así se sigue hablando de ello en los medios: como una renuncia, un paso atrás. Pareciera loable envolver la decisión utilizando otros términos y haciendo referencias a una vida de renuncia como se tratara de un mártir, y en realidad no es así. La iglesia no necesita encauzarse en los modelos de martirio por los que se le ha querido guiar por la cúpula mexicana.    


miércoles, 20 de febrero de 2013

¿Qué sigue después de la renuncia del Papa?

La renuncia del Papa, escribí hace ya una semana, ha puesto a la Iglesia contra la pared. Siendo más preciso, quienes están contra la pared son los cardenales.

Acostumbrados a moverse en el sigilo que de la diplomacia aprendida en cientos de años, los cardenales se encuentran ante una situación inédita. Si bien la renuncia del Papa había ocurrido tres veces antes, en todos los casos había sido organizada por las mismas estructuras de la Iglesia. Hoy parecen ser sujetos de un acto político que no alcanzaron a vislumbrar.

Benedicto XVI renuncia aduciendo razones de salud. Este argumento es aceptable e incluso razonable. Sin embargo, las declaraciones de Benedicto XVI antes y después de la renuncia se dirigen al interior de la Iglesia. El tema de las predicaciones de Benedicto XVI son los problemas al interior de la Iglesia, las luchas de poder, y la necesidad de un replanteamiento de las estructuras. Benedicto XVI lo percibió, aunque tal vez demasiado tarde. Lo que hizo, fue empezar a reorganizar el Colegio Cardenalicio con nuevos nombramientos.

Ahora sigue la elección. En 8 días la iglesia quedará acéfala, lo ordinario es que los cardenales se organicen midiendo fuerzas, y estableciendo arreglos. Consultados algunos de los mencionados como candidatos, se niegan a aceptarlo, porque ese es el guión. Nadie puede lanzar su candidatura ni autoproponerse, lo que no significa que no operen los grupos. Así que en este momento ya tenemos varios candidatos. Se distinguen al menos tres grupos: el de los cardenales italianos que desean recuperar el poder, coordinados por Angelo Sodano, muy conservador y decano del Colegio Cardenalicio,  hombre de gran poder en el pontificado de Juan Pablo II. Los europeos del norte, Alemania y Bélgica, que son moderados y con mayor apertura, algunos de ellos aprecian las discusiones en Norteamérica por actualizar la Iglesia; el grupo de Tarcisio Bertone que se ha distanciado de Sodano desde hace años, y actualmente es Secretario de Estado y por tanto Camarlengo a  la renuncia del Papa.  Después de estos grupos, están quienes representan a la mayoría de los católicos en el mundo, pero no tienen la fuerza para lograr ser papas: se trata de los cardenales latinoamericanos.

La silla vacía del Papa, muestra una institución que voltea siempre al pasado, anhelando lo que fue; que observa el mensaje de Jesús que aparece disminuido; y que está rebasada por los problemas del mundo posmoderno. 

¿Qué sigue ahora? El análisis del estado de la Iglesia, en las congregaciones de cardenales. Se corre el riesgo de que sean reuniones sólo para lograr lo que en el lenguaje político se designa como amarres. 

Mañana escribiré sobre los candidatos más mencionados.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La ceniza del miércoles


Los seres humanos, profundamente simbólicos, tenemos muchas maneras de comunicarnos. Una de ella es a través de ritos que muestran nuestra perspectiva ante la vida, y la muerte.
   
El llamado miércoles de ceniza es una tradición arraigada en el pueblo católico para señalar varias cosas, una de ellas, la precariedad de la vida. El miércoles de ceniza surge litúrgicamente en la edad media, en el siglo XI, aunque tiene sus raíces en las prácticas judías narradas en la Biblia. En la práctica judía, se expresaba el dolor cubriéndose de ceniza, particularmente la cabeza. Era una forma de reconocer públicamente que había algo que dolía moralmente, y que se estaba en condiciones de modificación. La ceniza se identificó entonces como un símbolo de la disposición del hombre a atender las indicaciones de Dios.

Al llegar el cristianismo, la práctica de cubrir con ceniza la cabeza, fue usada por los penitentes, pero poco a poco cayó en desuso durante algún tiempo, debido a que toda la prédica se centró en la Resurrección, por lo que la Pascua fue el eje de referencia. Sin embargo, en el siglo XI esta práctica regresa con la idea de iniciar el periodo de Cuaresma.

La Cuaresma es entendida como un periodo de conversión y de preparación a la Pascua. La ceniza expresa estas dos intenciones por parte del creyente. 

La ceniza, como símbolo de los vestigios de la vida es un llamado a la conciencia de la posibilidad de vivir de otra manera, por eso la frase recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás, establece una conexión con la propia interioridad. Otra de las expresiones usadas en la imposición de la ceniza Arrepiéntete y cree en el Evangelio, señala  el horizonte de sentido al que el creyente puede aspirar. Estas dos posibilidades: reconocer la precariedad desde el retorno a la interioridad, y descubrirnos como seres de utopía y constructores de sentido son dos cosas que la ceniza del miércoles, intenta ayudarnos a reconocer en nosotros mismos.

Los años que una tradición acumula, puede oscurecer este significado del símbolo. El rito entonces queda vacío y pierde su valor. La ceniza del miércoles adquiere su mayor valor en quien la usa, cuando existe la disposición para ver la vida de otra manera. 








martes, 12 de febrero de 2013

El futuro de la cristiandad.

Renuncia Benedicto XVI

Comparto con su autorización el  artículo del 
P. Manuel Sonora, sacerdote anglicano en Guadalajara.

Para todos ha sido una gran sorpresa casi inesperada la renuncia del papa Benedicto XVI. Inmediatamente todas las redes sociales y los medios de comunicación en general se han dedicado no solo a difundir la noticia, sino a dar oportunidad para que se escriba acerca de las razones para esta renuncia que no se había dado por siglos en el seno de la Iglesia de Roma.

Las iglesias fundamentalistas y los “cristianos”, como era de esperarse sacan cientos de textos bíblicos en donde, según ellos, este acontecimiento estaba profetizado. Y realmente me ha molestado el lenguaje tan soez y vulgar que los cristianos están usando y que va totalmente en contra de los principios cristianos de amor y tolerancia hacia nuestros semejantes, aún a nuestros enemigos. Por fortuna milito en una iglesia en donde, espero, no se den estos abruptos.

Bueno, pues ahora el futuro de todos los cristianos está en un momento de decisión. No hay nadie que pueda decir que esto no nos afecta porque como lo veremos más adelante va a afectar la vida y el trabajo de todos los grupos cristianos y pseudocristianos.

Por supuesto que la más afectada va a ser la Iglesia Católica Romana, que ahora se va a enfrentar a una gran decisión a través de sus dirigentes, en este caso, el Colegio Cardenalicio. Hay solo dos opciones, y cualquiera de las dos que se elijan va a traer serias consecuencias para el futuro de la comunidad católica romana.

Cardenales en el Cónclave 2013
Por un lado está seguir la política que se ha manejado por los dos últimos pontífices: la de un conservadurismo extremo desconociendo los avances dados por Vaticano II. Los grupos fundamentalistas y ultraconservadores de la iglesia romana están esperando con ansiedad que el próximo Papa sea de línea dura y que siga la santa cruzada contra todo aquello que amenace las tradiciones del pasado, luchar contra el aborto, los matrimonios homosexuales, la ordenación de las mujeres, la ordenación de diáconos casados, la abolición del celibato obligatorio, la participación de los laicos en las decisiones de la iglesia y, por supuesto, impulsar las misas en latín con el rito tridentino, interpretar el matrimonio cristiano como una sujeción de la mujer a su marido sin tener derecho a quejarse, etc.

Hace algunos años escribí un artículo en donde decía que la iglesia católica romana estaba acercándose peligrosamente a un nuevo cisma quizá más grande aún que el del S. XVI a causa de esta posición conservadora de la iglesia. Ahora veo ya la inminencia de un cisma si el próximo Papa extrema medidas para seguir con la línea conservadora porque hay cientos de grupos que solo esperan la posición del nuevo pontífice para abandonar la iglesia.

Las iglesias protestantes y las sectas cristianas o neo pentecostales estarán de plácemes pues abrirán sus puertas e intensificarán su trabajo de proselitismo para recibir a los descontentos. Yo estoy convencido que una de las razones para la renuncia de J. Ratzinger es la intensa presión que siente ya por todos estos grupos que piden a gritos un cambio en la iglesia, y que no se han salido de ella hasta ahora esperando que las cosas cambien y que haya una actitud más flexible de parte de la jerarquía. Movimientos como los sacerdotes casados, las monjas de Estados Unidos, el clero de Austria, etc. que aglutinan miles y miles de adherentes han hecho oír su voz.

Mucho de esto que está sucediendo en el mundo no ha llegado a México o solo se mencionan de refilón por razones obvias, a la jerarquía no le conviene que la gente se entere de toda esta inconformidad que hay en otros países.

Y ya no menciono el asunto de los escándalos a causa de los clérigos pederastas porque aunque se ha tratado de minimizar y aún justificar la actitud de clérigos y obispos el escándalo es de tal magnitud que ya es imposible acallarlo.

Por otro lado, si el nuevo Papa es moderadamente liberal y da muestras de querer cambiar gradualmente esta situación y escuchar las voces de los disidentes y no decir un no rotundo sino un, “ya veremos”, por supuesto que va a desatar las iras de los ultra conservadores y aún su vida estará en peligro como le pasó a Juan Pablo I. y de que haya un cisma, lo habrá, pero este será más pequeño y librará a la iglesia de todos esos “dinosaurios” de la fe que están dañando terriblemente la imagen de la iglesia católica romana en este S. XXI. Los seguidores de Monseñor Lefevre y otros grupos ultra conservadores engrosarán sus filas con clérigos y laicos preferentemente de la tercera edad que seguirán con su actitud intransigente, pero fuera de la iglesia, por lo menos de forma oficial.

Esto frenará el éxodo de católicos romanos hacia otras iglesias y grupos al encontrar una actitud más humana dentro de su propia iglesia. Solo las iglesias  protestantes históricas y el anglicanismo establecerán relaciones más cordiales en un verdadero ecumenismo constructivo. Los fundamentalistas seguirán con su manía de que todo eso ya estaba pronosticado en la Biblia y que es obra del Anticristo eso de que todos se lleven bien y se acerquen a tener un mejor entendimiento.

Como lo ven, todos saldremos de una manera u otra afectados por lo que va a suceder en marzo de este año en donde el destino de la cristiandad está en las manos de un grupo de ancianos que, o se dejarán llevar por la inspiración del Espíritu Santo o cerrarán sus corazones a esta inspiración y velarán, a su modo, por la integridad de la estructura milenaria que amenaza con derrumbarse.

A nosotros no nos queda más que ponerlos en las manos de Dios y que se haga su voluntad.

Pbro. Manuel Sonora +

lunes, 11 de febrero de 2013

La renuncia de Benedicto XVI

Tomada de CNN

El rumor de la renuncia de Benedicto XVI se ha concretado. El 28 de febrero el Papa dejará su cargo y con ello aparece perspectivas nuevas que no ocurrían en la Iglesia desde 1415, en que Gregorio XII (Cardenal Angelo Correr) dimitió.

De acuerdo con el Derecho Canónico esta es una posibilidad, pero en este artículo me quiero referir a las razones de la renuncia. El texto señala como argumento central más allá de la enfermedad, el análisis consciente delante de  Dios. Se crea o no en Dios este es un argumento muy importante en la medida que el que lo realiza da muestra de tener un posicionamiento crítico no sólo ante la realidad externa, sino ante sí mismo. Las palabras clave son: “Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”.

Las características clave de este análisis es la reiteración del mismo, la consideración de las exigencias del servicio, y el posicionamiento delante de Dios. Sin embargo, la gran clave es este último. “Delante de Dios”, implica en el proceder de Benedicto XVI el reconocimiento de su subordinación a algo mayor. Y la consideración de las exigencias del servicio, señalan que ha hecho un análisis serio y profundo de la vida de la Iglesia, que le permite constatar que es un barco en crisis real, que requiere de fuerzas que ya no tiene.

La renuncia es un gesto fuerte y valiente, a pesar de que pudiera parecer lo contrario, para un mundo que se niega a reconocer la edad, las limitaciones y que quiere vivir en permanente juventud. Se trata de un llamado fuerte a los líderes políticos y religiosos que desean permanecer incluso más allá de la muerte, en la memoria de los demás más por su presencia vitalicia que por sus acciones.

Por otro lado es un llamado de atención a la Curia Romana, experta en manejos diplomáticos de los conflictos, lo que le hace menos evangélica y más cercana a las intrigas, como lo demostraron las filtraciones e incluso más de un discurso del Papa.

También es un llamado serio al Colegio Cardenalicio, acostumbrado a un discurso y a unas prácticas para mantener el orden en medio del desorden. Pocos cardenales se han movido en los límites de las fronteras e incluso no las han rebasado, cuando la Iglesia requiere de profetas. Las labores administrativas, e incluso el reconocimiento social ha hecho que las declaraciones desde oficinas y predicaciones para unos pocos, se conviertan en eje de su acción.

¿Qué sigue ahora? Con este gesto, Benedicto XVI impulsa una seria discusión sobre la iglesia en el mundo actual, y el modo de entender el ejercicio del papado. No es que Benedicto XVI fuera inocente o desconociera la problemática de la Iglesia, al asumir el Papado, pero con este gesto, pone sobre la mesa los grandes problemas de ella, que no ocurriría de la misma manera si muriera ejerciendo el ministerio de Pedro.

Los problemas de la Iglesia son múltiples, desde los escándalos de pederastia, la disolución de líderes religiosos como Marcial Maciel con conductas irreligiosas; aparecen también los escándalos del dinero; el modo de ejercer el poder, el papel de la Curia Romana y la disminución de sacerdotes, entre otro muchos.

¿Qué sigue? En principio antes de pensar en el nuevo Papa –cosa que ocurrirá inmediatamente-, se exige un análisis serio de las razones de la renuncia, para no dejarlo en meras cuestiones de salud; enseguida, una revisión de las condiciones en que se deja el Papado y el estado de la Iglesia, más allá de las visiones triunfalistas que permanecen en muchos cardenales; y después el análisis de las personas para enfrentar la crisis de inicio del siglo XXI de la Iglesia.

Mucha tinta correrá en estos días y aquí seguiremos analizando el asunto: lo importante es el tsumani que esta decisión genera en los líderes acostumbrados a permanecer, y las posibilidades de cambio que aparecen en el horizonte, sin embargo, esto también es un escenario complicado debido a las posturas y tendencias conservadoras de los cardenales.

La muerte no es el final del camino. Símbolos y ritos ceremoniales en el catolicismo

Conferencia presentada en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara : "La mue...