La ciudad de Guadalajara está cercana a estrenar arzobispo. Los cuatro años de gracia que se habían dado a Sandoval están por terminar. Hay muchos asuntos pendientes y por resolver. Entre ellos la construcción del santuario de los mártires, la resistencia silenciosa de muchos clérigos a las decisiones del arzobispo, la pastoral con énfasis en lo social, y la redefinición de la relación de la iglesia con el estado.
Ya habrá tiempo de realizar un análisis detenido del ejercicio episcopal de Sandoval, y de cada una de estas cuestiones; pero en este momento, lo que se debate es quién puede llenar las sotanas de arzobispo. Los nombres que más circulan en los ambientes clericales son dos: el de Leopoldo González y el de Javier Navarro. Leopoldo González es obispo auxiliar de Guadalajara con experiencia en el seminario, en la universidad, en la pastoral –fue párroco de Santa Cecilia-, y se ha movido en las altas esferas del poder político de la Iglesia, en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) y en la Conferencia del Espiscopado Latinoamericano (CELAM) donde es Secretario General. A él se le ha pedido que al terminar este servicio regrese a Guadalajara. Javier Navarro Rodríguez es obispo de Zamora. Tiene como mérito el haber dirigido una de las diócesis más complejas por los recursos que maneja y la religosidad popular: San Juan de los Lagos. Su labor en Zamora ha sido apagar fuegos lo que ha logrado medianamente. Por supuesto no tiene la misma experiencia que Leopoldo, pero está en la jugada. Un tercero ubicado a una distancia razonable es el arzobispo de Oaxaca, José Luis Chávez Botello. Sin embargo los conflictos en su diócesis y la distancia que tiene actualmente de Sandoval y del clero tapatío no hacen viable su nombramiento.
En principio se espera un clérigo tapatío, pero como cuando llegó Posadas Ocampo, puede suceder que el nuevo arzobispo llegue de fuera. ¿De qué depende esto? En principio de que uno de los dos que proponen la terna ante la Sagrada Congregación para los Obispos gane: el actual arzobispo o el nuncio. Si gana la terna del arzobispo el sucesor será tapatío; si gana el nuncio podría venir de fuera, salvo que lleguen a un acuerdo.
Sin embargo, como en todas las cuestiones eclesiales, hay que leer signos y señales que a veces son más fuertes que los discursos, por lo que todavía durante unos meses seguiremos preguntándonos ¿quién puede llenar las sotanas de arzobispo?
Publicado en Proyecto Diez.
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