Fotografía: Proyecto Diez |
Estuvieron todos los que quisieron y además pudieron llegar al centro de la ciudad, pero mirar a contraluz permite ubicar las ausencias de algunos, al menos como grupo. Entre ellas, la ausencia de los que se han formado para acompañar al pueblo “en sus gozos y esperanzas, en sus dolores y problemas”.
Al menos en Guadalajara, los religiosos, las monjas, los sacerdotes, los obispos y los movimientos creyentes como grupo social consolidado no estuvieron presentes, como si se pudo reconocer en otras ciudades del país. Cierto que se trataba de una manifestación sin partidos o religiones, pero podían haber participado como ciudadanos. Las iglesias evangélicas que también pregonan su fe mediante calcomanías y figuras del pez de los orígenes del cristianismo en vehículos, no se vieron tampoco como grupo que tiene ya una fuerte presencia en la zona metropolitana. Mucho menos movimientos de corte oriental como los budistas, kundalini, hare krishna, taoístas, o los grupos preocupados por la armonía y el crecimiento espiritual. Tampoco los movimientos de mexicanidad que esperan una transformación de la conciencia en 2012. Tampoco se hicieron presentes movimientos que intentan acercamientos para dialogar como Carpe Diem Interfe o los grupos interreligiosos que se han creado en Guadalajara. Por supuesto que a título personal se podía ubicar a creyentes de distintas confesiones, que encuentran en su fe la motivación para actuar; pero no estaban presentes como instituciones que tienen una postura clara ante el problema de la inseguridad y la violencia.
No se trataba de una manifestación de religiosidad, pero el asunto de la paz, es uno de los pocos lugares y conceptos en que los creyentes pueden acercarse sin descalificarse. No lo hicieron. Y finalmente no es que a los que estaban presentes les hicieran falta, pero con ello quedan de manifiesto las asimetrías que muchas religiones tienen respecto de las cuestiones que interesan a todos, y que hacen posible la existencia de la diversidad religiosa: la paz con justicia y dignidad.
La capacidad de hablar de Dios no parece que sea sólo discursiva. Ya los mexicanos lo entendemos cuando decimos “de lengua me echo un taco”, pensando que la coherencia entre el decir y el hacer es fundamental.
¿Dónde estaban los grupos religiosos que hablan de un Dios de paz? Seguramente en domingo –al menos en Guadalajara- preocupados por el cumpli-miento de sus sacramentos, ordenanzas, asambleas dominicales o como cada uno le llame. Tal vez preocupados por rezar, pero es en circunstancias como ésta cuando resuena con toda su fuerza aquella melodía con casi treinta años de antigüedad, y que muchas religiones consideraron irreverente: “No basta rezar, hacen falta muchas cosas para construir la paz”…
¿Qué reflejan las ausencias de los grupos confesionales? No se puede construir una respuesta en una sola dirección, pero al menos se puede concluir que se tienen otras ocupaciones; porque sería preocupante que sus ausencias se deban a desinterés o incapacidad de caminar juntos.
Publicado en Proyecto Diez
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