Desde una perspectiva religiosa doctrinal de orden católico o evangélico, las devociones marginales siempre estarán ubicadas en este espacio por su contraposición al sentido religioso establecido por el grupo sacerdotal o los pastores[1], además por el uso de forma distinta de los elementos sagrados de alguna religión para rendir culto a una figura descalificada por esa religión[2]. La legitimidad de la devoción marginal no procede del ámbito institucional religioso sino del grupo humano que la configura.
En una perspectiva sociológica, la legitimidad de una devoción está dada por la feligresía, no por el grupo sacerdotal. Son los creyentes –cada vez más numerosos- los que dan fuerza y sentido a la devoción al difundirla, comunicarla, publicitarla –de manera verbal o mediante imágenes-, y crear o cosntruir espacios destinados exprofeso para el culto. Esta legitimidad al margen de las iglesias institucionalizadas se percibe en el hecho de configurarse como una fe laica, como una nueva oportunidad de sentido y de dar respuesta a la contigencia. Por otra parte, la legitimidad se refuerza cuando se acercan a estas devociones las personas que por su actividad suelen ser excluídas o solicitarseles un cambio de vida, al que por su situación no pueden acceder.
Finalmente las devociones marginales son una muestra de la reconfiguración de creencias , de la fuerza de los grupos sociales, y de la vigencia del sincretismo de símbolos religiosos tradicionales en prácticas religiosas nuevas.
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