SEMANA SANTA – DOS ACTITUDES
Por el P. Manuel Sonora, sacerdote anglicano
Ya
viene la Semana Santa con todo el bagaje de experiencias acumuladas en nuestra
cultura. Desde la observancia de la Cuaresma con sus ricos manjares que
sustituyen a la carne pero que desvirtúan el concepto del ayuno y la
penitencia, la romería del viernes de Dolores que todavía se observa en algunos
lugares y demás ingredientes que cada región va integrando a esta celebración.
Y aunque es período vacacional y mucha gente aprovecha para ir a divertirse a
las playas no se olvidan las tradiciones y por las tardes los turistas se
acercan a los templos para echarse aunque sea una persignada.
Para los países de
mayoría católica romana todavía la Semana Santa está centrada en la Pasión.
Alguien que no conozca nuestras costumbres pensaría que nos estamos preparando
para un gran funeral. Y es que todo gira alrededor del Viernes Santo con su
profundo y marcado tinte de dolor y sufrimiento. Por supuesto los católicos no
solo recuerdan en sus ceremonias la pasión y muerte de Cristo, sino que
subjetivamente la devoción se mueve hacia los sufrimientos y el dolor maternal
de María. Nuevamente, aunque la celebración esté conmemorando a Cristo María
tiene un lugar protagónico en estas celebraciones.
Desgraciadamente
mucha gente tiene la idea de que todo termina con la ceremonia del Pésame a la
Virgen la noche del Viernes Santo y…ya, se acabó la Semana Santa. La Gran
vigilia Pascual y la Misa del Domingo de Pascua como que tratan de abrirse paso
con muchos trabajos en nuestra cultura que por 500 años se ha centrado solo en
la Pasión. La celebración Pascual no le llega ni a los talones a la celebración
navideña, aunque ésta última haya sido establecida mucho después que la Pascua
que para los primeros cristianos era la celebración más importante de la
Iglesia.
Aún
los evangélicos tradicionales, es decir, las iglesias históricas no escapan a
la influencia cultural y la asistencia a los cultos del Jueves y Viernes Santos
son bastante concurridos. Claro que para ellos la celebración culminante no es
el Viernes Santo sino el Domingo de Pascua por su trasfondo anglosajón.
Y
aquí vemos la otra cara de la moneda. En los países en donde la Reforma plantó
sus reales el concepto de la Semana Santa es completamente opuesto. Comenzando
con el nombre. Ahí se refieren a ella como la celebración de “Easter” es decir,
la Pascua, y los fieles se preparan no para un gran funeral sino para una gran
fiesta Pascual en la cual la resurrección de Cristo es el punto focal. En
Estados Unidos como ejemplo se organizan conciertos y cultos unidos en
auditorios y estadios al amanecer del Domingo de Resurrección. La tradición
indica que ese día las damas estrenan ropa nueva y todo es alegría. Y por
supuesto no se podía evitar la influencia de tradiciones de origen “pagano”
como dirían muchos y los niños disfrutan mucho con la búsqueda de huevos
decorados que han sido escondidos en los jardines por el personaje festivo
llamado Conejo de Pascua.
Se de
buena fuente que en una ciudad fronteriza de México le llaman a este domingo el
“Día de la Coneja” por la influencia de esta costumbre del otro lado de la
frontera. Por supuesto que en las iglesias hay servicios religiosos el Jueves y
el Viernes Santos pero ni por asomo tienen la importancia que se les dan en los
países latinos. Todo se centra en el anuncio de la resurrección y los 50 días
siguientes. Como no es período vacacional –si acaso se suspenden labores el
Viernes Santo- la gente celebra la Pascua en sus hogares.
¿Por
qué menciono esto? Pues la razón es que el énfasis que se le dé a la Semana
Santa definitivamente tiene que influir en la formación de la idiosincrasia de
los pueblos. Y lo podemos ver en nuestras propias culturas. Si enfatizamos el
sufrimiento y la muerte, pues eso es lo que va a marcar nuestra forma de ver la
vida. No en vano hay una oración muy repetida en nuestro medio que hace
referencia a este mundo como un “valle de lágrimas.” Y es verdad, como que los
latinos, sobre todo los mexicanos nos hemos acostumbrado a ver la vida como
eso, un lugar de sufrimiento y como que se nos hace ya normal que eso es parte
de nuestra vida. Como que ya nacimos derrotados por el sufrimiento a la muerte
y por eso la exaltamos en Semana Santa y Día de Muertos.
El
mensaje que les dejaron a nuestra raza los conquistadores fue de que a través
del sufrimiento lograríamos la redención y la felicidad, pero no aquí, sino en
el más allá. Esos cristos sangrantes cubiertos de llagas de las iglesias
coloniales tenían un mensaje para nuestro pueblo: el identificarnos con el Cristo
sufriente y condenado a muerte. Curiosamente existen muy pocas imágenes en las
iglesias coloniales que representen a un Cristo resucitado y triunfante. No, se
prefieren imágenes como el Señor de la Columna, El Rey de Mofas, y demás
representaciones de un Cristo derrotado. Porque ese es el mensaje que los
conquistadores querían sembrar en la mente y corazón de los conquistados: “Eres
un perdedor” y ¡Vaya que lo lograron!
Pero
los países nórdicos se desarrollaron con otro concepto que, por supuesto con el
tiempo ha sido deformado y usado para el colonialismo. El Cristo de la Reforma
no es un Cristo derrotado. La Pasión fue necesaria, por supuesto, pero
pasajera. Jesús no se queda en su tumba del “Santo Entierro” sino que resucita
triunfante y los que creen en él van a triunfar también. El mensaje de ese
Cristo es muy diferente del nuestro. “Tú eres un vencedor”, es la idea que
quedó grabada en la mente de estos pueblos. Y esto dio por resultado pueblos
con un desarrollo y nivel de vida que nosotros ni soñamos.
Claro,
sé que muchos dirán: pero mira cómo andan de descarriados. Cuántas cosas
suceden en esos países: la desunión de las familias, la violencia en las
ciudades, etc. Pues claro que todo conlleva partes negativas pero
nosotros estamos padeciendo lo mismo solo que sin prosperidad. Aquellos ejercen
la violencia por sobre de tiempo de ocio y de dinero y nosotros por la
necesidad que a veces nos lleva a la delincuencia.
En
fin, creo que hay ventajas y desventajas en ambas culturas pero creo que si
cambiamos nuestra actitud y volvemos los ojos no al Cristo sangrante o muerto
en un ataúd de cristal sino al Cristo triunfante y resucitado nuestra actitud
como seres humanos va a cambiar y con ello nuestra sociedad. La iglesia
mayoritaria está tratando de volver al origen de estas celebraciones
enfatizando las celebraciones Pascuales, pero van a pasar muchas décadas para
que dejemos de ver a la Semana Santa como un mensaje de dolor y muerte y la
veamos como un anuncio de vida y de victoria y hagamos conciencia de que si
este mundo quiere ser una valle de lágrimas, tenemos que convertirlo en un
valle de fe y confianza en un Cristo vivo que nos dice. “Por cuanto yo vivo,
ustedes también vivirán.” Y “Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra
fe.” Si, nuestra fe en un Cristo victorioso no derrotado.
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