viernes, 4 de abril de 2014

Semana Santa: dos actitudes

SEMANA SANTA – DOS ACTITUDES
Por el P. Manuel Sonora, sacerdote anglicano

Ya viene la Semana Santa con todo el bagaje de experiencias acumuladas en nuestra cultura. Desde la observancia de la Cuaresma con sus ricos manjares que sustituyen a la carne pero que desvirtúan el concepto del ayuno y la penitencia, la romería del viernes de Dolores que todavía se observa en algunos lugares y demás ingredientes que cada región va integrando a esta celebración. Y aunque es período vacacional y mucha gente aprovecha para ir a divertirse a las playas no se olvidan las tradiciones y por las tardes los turistas se acercan a los templos para echarse aunque sea una persignada.

Para los países de mayoría católica romana todavía la Semana Santa está centrada en la Pasión. Alguien que no conozca nuestras costumbres pensaría que nos estamos preparando para un gran funeral. Y es que todo gira alrededor del Viernes Santo con su profundo y marcado tinte de dolor y sufrimiento. Por supuesto los católicos no solo recuerdan en sus ceremonias la pasión y muerte de Cristo, sino que subjetivamente la devoción se mueve hacia los sufrimientos y el dolor maternal de María. Nuevamente, aunque la celebración esté conmemorando a Cristo María tiene un lugar protagónico en estas celebraciones.

Desgraciadamente mucha gente tiene la idea de que todo termina con la ceremonia del Pésame a la Virgen la noche del Viernes Santo y…ya, se acabó la Semana Santa. La Gran vigilia Pascual y la Misa del Domingo de Pascua como que tratan de abrirse paso con muchos trabajos en nuestra cultura que por 500 años se ha centrado solo en la Pasión. La celebración Pascual no le llega ni a los talones a la celebración navideña, aunque ésta última haya sido establecida mucho después que la Pascua que para los primeros cristianos era la celebración más importante de la Iglesia.

Aún los evangélicos tradicionales, es decir, las iglesias históricas no escapan a la influencia cultural y la asistencia a los cultos del Jueves y Viernes Santos son bastante concurridos. Claro que para ellos la celebración culminante no es el Viernes Santo sino el Domingo de Pascua por su trasfondo anglosajón.

Y aquí vemos la otra cara de la moneda. En los países en donde la Reforma plantó sus reales el concepto de la Semana Santa es completamente opuesto. Comenzando con el nombre. Ahí se refieren a ella como la celebración de “Easter” es decir, la Pascua, y los fieles se preparan no para un gran funeral sino para una gran fiesta Pascual en la cual la resurrección de Cristo es el punto focal. En Estados Unidos como ejemplo se organizan conciertos y cultos unidos en auditorios y estadios al amanecer del Domingo de Resurrección. La tradición indica que ese día las damas estrenan ropa nueva y todo es alegría. Y por supuesto no se podía evitar la influencia de tradiciones de origen “pagano” como dirían muchos y los niños disfrutan mucho con la búsqueda de huevos decorados que han sido escondidos en los jardines por el personaje festivo llamado Conejo de Pascua.

Se de buena fuente que en una ciudad fronteriza de México le llaman a este domingo el “Día de la Coneja” por la influencia de esta costumbre del otro lado de la frontera. Por supuesto que en las iglesias hay servicios religiosos el Jueves y el Viernes Santos pero ni por asomo tienen la importancia que se les dan en los países latinos. Todo se centra en el anuncio de la resurrección y los 50 días siguientes. Como no es período vacacional –si acaso se suspenden labores el Viernes Santo- la gente celebra la Pascua en sus hogares.

¿Por qué menciono esto? Pues la razón es que el énfasis que se le dé a la Semana Santa definitivamente tiene que influir en la formación de la idiosincrasia de los pueblos. Y lo podemos ver en nuestras propias culturas. Si enfatizamos el sufrimiento y la muerte, pues eso es lo que va a marcar nuestra forma de ver la vida. No en vano hay una oración muy repetida en nuestro medio que hace referencia a este mundo como un “valle de lágrimas.” Y es verdad, como que los latinos, sobre todo los mexicanos nos hemos acostumbrado a ver la vida como eso, un lugar de sufrimiento y como que se nos hace ya normal que eso es parte de nuestra vida. Como que ya nacimos derrotados por el sufrimiento a la muerte y por eso la exaltamos en Semana Santa y Día de Muertos.
El mensaje que les dejaron a nuestra raza los conquistadores fue de que a través del sufrimiento lograríamos la redención y la felicidad, pero no aquí, sino en el más allá. Esos cristos sangrantes cubiertos de llagas de las iglesias coloniales tenían un mensaje para nuestro pueblo: el identificarnos con el Cristo sufriente y condenado a muerte. Curiosamente existen muy pocas imágenes en las iglesias coloniales que representen a un Cristo resucitado y triunfante. No, se prefieren imágenes como el Señor de la Columna, El Rey de Mofas, y demás representaciones de un Cristo derrotado. Porque ese es el mensaje que los conquistadores querían sembrar en la mente y corazón de los conquistados: “Eres un perdedor” y ¡Vaya que lo lograron!

Pero los países nórdicos se desarrollaron con otro concepto que, por supuesto con el tiempo ha sido deformado y usado para el colonialismo. El Cristo de la Reforma no es un Cristo derrotado. La Pasión fue necesaria, por supuesto, pero pasajera. Jesús no se queda en su tumba del “Santo Entierro” sino que resucita triunfante y los que creen en él van a triunfar también. El mensaje de ese Cristo es muy diferente del nuestro. “Tú eres un vencedor”, es la idea que quedó grabada en la mente de estos pueblos. Y esto dio por resultado pueblos con un desarrollo y nivel de vida que nosotros ni soñamos.

Claro, sé que muchos dirán: pero mira cómo andan de descarriados. Cuántas cosas suceden en esos países: la desunión de las familias, la violencia en las ciudades, etc.  Pues claro que todo conlleva partes negativas pero nosotros estamos padeciendo lo mismo solo que sin prosperidad. Aquellos ejercen la violencia por sobre de tiempo de ocio y de dinero y nosotros por la necesidad que a veces nos lleva a la delincuencia.


En fin, creo que hay ventajas y desventajas en ambas culturas pero creo que si cambiamos nuestra actitud y volvemos los ojos no al Cristo sangrante o muerto en un ataúd de cristal sino al Cristo triunfante y resucitado nuestra actitud como seres humanos va a cambiar y con ello nuestra sociedad. La iglesia mayoritaria está tratando de volver al origen de estas celebraciones enfatizando las celebraciones Pascuales, pero van a pasar muchas décadas para que dejemos de ver a la Semana Santa como un mensaje de dolor y muerte y la veamos como un anuncio de vida y de victoria y hagamos conciencia de que si este mundo quiere ser una valle de lágrimas, tenemos que convertirlo en un valle de fe y confianza en un Cristo vivo que nos dice. “Por cuanto yo vivo, ustedes también vivirán.” Y “Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe.” Si, nuestra fe en un Cristo victorioso no derrotado.

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