lunes, 13 de marzo de 2017

La complejidad de hablar de temas religiosos

Este texto tiene una perspectiva personal. Hace ya 19 años que estoy metido en el asunto del diálogo interreligioso, y más de 30 en el conocimiento y estudio de los cristianismos. Esto me ha llevado a leer, conocer, estudiar distintas tradiciones religiosas, sus planteamientos morales y hasta sus sesiones de culto a las que he sido invitado. 

En todos los casos, no hay uno solo en que no suceda esto -sean católicos, cristianos pentecostales y neopentecostales, ateos, judíos, musulmanes, hare krisna, budistas de distintas escuelas, santería, religiones de raíz indígena o de nuevos movimientos de mexicanidad, creyentes bahaí o de luz del mundo, anglicanos, presbiterianos, congregacionalistas, testigos de Jehová, devotos del Cristo científico o del curso de milagros, movimientos esotéricos- hay tres características que comparten: la convicción de que la suya es la religión verdadera y por tanto absolutizan su postura religiosa; la segunda característica es que manejan un discurso circular, es decir: dan por sentado que sus argumentos son la verdad para terminar leyendo los acontecimientos de modo ideológico, donde vuelven a sostener sus principios de fe. El tercer rasgo es que -sutil o explícitamente- intentan motivar la conversión a su sistema de creencias.

La segunda característica, es decir el discurso religioso, es una de las más complejas. El creyente suele partir de que quien le escucha comparte su cuerpo de creencias o que al menos está interesado en ellas. La crítica no la conciben como algo posible, sino como algo que viene del desconocimiento. La conversación gira alrededor de sus posturas y si es el caso, alrededor del libro sagrado que usan. Cuando no hay mas que circularidad y escasa reflexión teológica, se recurre a la recitación de los textos sagrados, como si el simple hecho de aludir el texto garantizara la criticidad. Esto sucede particularmente en los hare krisna, los Testigos de Jehová y en la Luz del Mundo. 

En el asunto del diálogo interreligioso, el investigador debe hacer una disección de la forma y el fondo del discurso religioso, a riesgo de aceptar como válidas todas las opiniones. Se suele reconocer que en el fondo todas las religiones respectan la regla de oro: no hagas al otro lo que no deseas para ti. Si bien esto es cierto, en el fondo se trata de un discurso que debe pasar por la prueba de fuego del diálogo, de la comprensión de las creencias del otro, y del reconocimiento a creer de manera distinta. 

El contacto con estos creyentes me ha permitido valorar y reconocer estos elementos del discurso religioso que están como supuesto a la base de cualquier diálogo sobre el tema. Pero para ir más allá de la tercer característica, que podríamos llamar también tercer riesgo, se requiere dejar en claro que si bien el investigador ante el creyente es percibido como un potencial creyente, en realidad uno es un indagador de argumentos, de creencias y de prácticas. Con esto claro, se puede entrar en el horizonte de sentido del otro para considerar qué cree, que no cree, que practica y qué deja de lado. 

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