El tema del Estado laico, es uno de los referentes icónicos de la identidad nacional. En un escenario básico se pueden detectar al menos dos tensiones: la confrontación entre gobierno y jerarquía; y la comprensión del término laico, y sus correlativos como laicidad y laicismo.
En términos llanos, habrá que señala que en su raíz etimológica, laico señala el carácter de pertenencia al pueblo; y por oposición a la vinculación con cuestiones religiosas. El sentido del término laico expresa la separación sagrado-profano, aludiendo a que lo laico tiene un contenido popular profano, y que por tal motivo su valoración se da en la perspectiva inmanente.
Las tensiones derivan de una comprensión reduccionista del concepto laico, para centrarse en la oposición. Así, en México se ha llegado a considerar que lo laico es la oposición a la fe religiosa, cuando en su sentido más profundo, el laicismo, es garantía para la profesión o no, de una fe religiosa, sin que esto implique -entre otras cosas- su difusión.
Por su apuesta por garantizar la convivencia de perspectivas diversas en una sociedad pluralista, el laicismo es un componente de la ética de mínimos, pues las creencias religiosas se desarrollan como éticas de máximos. Esta idea no se puede perder de vista cuando se trata de definir el sentido, alcance y consecuencias de definirnos como estado laico.
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