Nuevamente la Dra. Teresa Ochoa, Religiosa de Jesús-María, desde Mérida,
comparte con nosotros la segunda parte de sus reflexiones sobre la
Vigilia Pascual a la que ha llamado: "ecos de la vigilia".
Ojalá sean útiles para pensar la vida pascual.
Al final el recuerdo del Pregón Pascual.
v El “ALELUYA” DE PASCUA
En el silencio y oscuridad de
la noche surge la luz de Cristo y estalla el canto del “¡ALELUYA!”—silenciado durante la Cuaresma…
signo de la victoria de Cristo sobre la
muerte y los poderes de la oscuridad… Al “hosanna” que sepulta a Cristo,
responde el “aleluya” de su Resurrección.
Para San Agustín,
“aleluya” es “expresión de bondad, de
alegría, de gozo pleno, de dulzura y de suavidad”. Un niño lo ha expresado como
“¡yupi!”.
Para nosotros, el “aleluya”
de la Resurrección es “alegría” plena, profunda; no es como la
alegría que ofrece el mundo… es como la luz de nuestras velas encendidas en el Cirio
de Pascua, símbolo de Cristo, llamada a
difundirse, a “contagiar” la Vida del
Resucitado, que hace triunfar al ser
humano sobre la muerte y el mal.
Esto coincide con el reciente
mensaje de Benedicto XVI a los niños
reunidos en la Plaza de la Paz en Guanajuato:
“Dios quiere que seamos siempre felices. El nos conoce y nos
ama. Si dejamos que el amor de Cristo cambie nuestro corazón, entonces nosotros
podremos cambiar el mundo . Ese es el secreto de la auténtica felicidad.”
v RENOVACIÓN
DE LOS COMPROMISOS BAUTISMALES: RENUNCIA A SATANÁS Y PROFESIÓN DE FE
Solemnemente, de pie,
sosteniendo nuestra vela encendida, hemos renovado nuestra propia vivencia del
Misterio Pascual: hemos sido sepultados en Cristo en el Bautismo para vivir una vida nueva. Para ello
renovamos la renuncia a Satanás y
proclamamos nuestra Fe en Dios Vivo y Verdadero, y en su Hijo Jesucristo.
Cuántas veces en la
Misa dominical, recitamos el Credo mecánicamente, sin percatarnos de la
renuncia que supone nuestra fe. Podemos caer en un engaño, imaginando que seguimos a Cristo sin renunciar en serio a
los “anticristos”. San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, nos pone en guardia para prevenir o
remediar esta falacia; allí él ofrece una “Meditación de dos banderas”
para conocer “los engaños del caudillo [Lucifer] … y la vida verdadera que
muestra el sumo y verdadero capitán [Cristo]” .
Dice
San Ignacio que Lucifer llama a
innumerables demonios y los esparce por todas partes, sin dejar persona
alguna; y los amonesta a “echar redes y
cadenas: que primero hayan de tentar de codicia de riquezas, … para que más
fácilmente vengan a vano honor del mundo, y después a crecida soberbia; de
manera que el primer escalón sea de riquezas, el 2º de honor, y el 3º de soberbia,
y de estos tres escalones induce a todos los otros vicios.” ( Ejercicios… 142)
San Ignacio nos muestra las
estrategias de Cristo, diametralmente opuestas a las de Lucifer: Cristo escoge
personas, apóstoles, discípulos para militar bajo su bandera, encomendándoles
que ayuden a todos a ascender por tres
escalones: “el primero, pobreza contra riqueza, el 2º, oprobio o menosprecio
contra el honor mundano: el 3º, humildad contra la soberbia: y de estos tres
escalones induzcan a todas las otras virtudes.” (Ibíd., 146)
Esta meditación ignaciana
tiene toda la fuerza de la única lección explícita de Jesús en el Evangelio: “…aprendan de mí, que soy
apacible y humilde de corazón; y hallarán descanso….” (Mateo 11,29). “Descanso” aquí es sinónimo
de “PAZ”, o “tranquilidad en el orden”, en la posesión del único Bien que
satisface plenamente nuestros apetitos.
Acojamos
los raudales de gracia que nos ofrece Cristo Vivo, apacible y humilde; con Él
superaremos efectivamente y sin armas
mortíferas, la violencia y tantos males socio-políticos que aquejan a nuestro
México… entonces entonaremos con sentido y con plena felicidad el “aleluya” de
la Pascua.
Teresa Ochoa Godoy,R.J.M.
Mérida, Yuc., abril de 2012.
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