"Dejen que los niños se acerquen a mí", ha sido una frase evangélica que suele utilizarse en las ceremonias de Primera Comunión en la Iglesia Católica, aunque no haya sido pronunciada en este contexto. La frase evangélica remite al contexto judío de formación de la niñez y a las distancias que los adultos solían tener con ellos, antes de ser reconocidos como hijos de los mandamientos, con la celebración del Bar Mitzvah. En este sentido, la frase de Jesús expresa una ruptura epistemológica para la mentalidad de los discípulos que trataban de que los niños no molestaran acercándose al Rabí, cuando ellos consideraban que estaban realizando un servicio.
Hoy se utiliza la frase coloquialmente, como una expresión cristiana de cercanía y aprecio de Jesús por los niños. Específicamente en la liturgia aparece como una invitación a todos. Para escuchar esta frase y recibir el sacramento, los niños católicos romanos, a diferencia de la tradición católico ortodoxa, deben prepararse específicamente para este momento. En la tradición ortodoxa, la primera comunión se realiza inmediatamente después del bautismo y la crismación (confirmación), en la misma ceremonia.
En la tradición católica no es así, sino que alrededor de los 7 años, el niño comienza su preparación. Lo que llama la atención es que en algunas parroquias de la Arquidiócesis de Guadalajara y de la Diócesis de Cd. Guzmán -hasta el momento no tengo información de otras-, se les otorgue a los niños una tarjeta que deben sellar todos los días que van a la catequesis y obligatoriamente a misa. Asimismo se les insiste que aunque sus padres estén separados y no dialoguen entre ellos, deben presentarse a la ceremonia para que sean una familia ante Dios. Los niños, pero sobre todo las mamás viven -al menos algunas de ellas- la presión de tener que asistir a la celebración obligatoria porque si no es así, no se obtiene el sello de la tarjeta, y el niño corre el riesgo de no realizar la primera comunión.
¿Qué tipo de práctica pastoral es esta? ¿Cuál es su fundamento? ¿Adónde conduce? ¿Por qué se realiza? ¿Se dan cuenta las autoridades religiosas que buscando acercar a los niños producen -al menos en algunos padres- un sentimiento de rechazo? Que no se pregunten después, porqué ocurrren las deserciones y distancias con la fe de los mayores. ¿No habría otras formas más pastorales de motivar?
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