La esperanza es una de las llamadas virtudes teologales que alimentan la conciencia de una situación distinta. En tiempos de crisis la esperanza puede ser el impulso para caminar, por eso está íntimamente ligada con la utopía. Sin embargo, hay una cara de la esperanza que a muchos no les gusta ver y que ya la crítica marxista puso sobre la mesa: la posibilidad de que algunas esperanzas se conviertan en elementos de alienación. Cierto que esto puede suceder cuando la esperanza pierde el sentido de la realidad y se aleja de lo concreto del contexto que la genera. Por eso en el corazón-centro de la esperanza se encuentra: conciencia de la realidad, conciencia de la historia, conocimiento de las propias posibilidades, sentido de comunidad, insatisfacción por lo que se constata que ocurre, y deseo de una transformación de las cosas.Cuando estas seis cosas se enlazan nace la esperanza activa al vislumbrar salidas.
Para muchos cristianos y otros que sin serlo ven en la navidad la oportunidad de celebrar, estas fiestas son solo eso, oportunidad de reunirse con el solo sentido de estar juntos sabiendo que al amanecer todo volverá a vivirse de acuerdo la costumbre. Al parecer la verdadera navidad -apócope de natividad- es algo más: conlleva la esperanza de una situación distinta donde las barreras entre lo sagrado y lo profano, lo políticamente correcto e incorrecto, la pobreza y la riqueza y muchas más cosas, se desdibujan para fraternizar en un pesebre: un hombre y una mujer con su hijo, unos ángeles -sean lo que sean estos-, un montón de animales, un poco de paja, unos pañales, unos pastores -que nada tienen que ver con la jerarquía eclesial-, y seguramente más... que deciden que a pesar de las circunstancias se puede esperar un mundo distinto y lo expresan en su cercanía fraterna sin barreras: Feliz navidad para los que tienen esta esperanza todavía.
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