jueves, 11 de junio de 2015

Reflexiones ante la violencia

Se ha vuelto lugar común señalar que la violencia y la inseguridad están a la vuelta de cualquier esquina.  La violencia se expresa de múltiples maneras, pero básicamente tiene su origen en una visión limitada del don  de la vida,  y del respeto a la persona en uno de sus derechos básicos: el derecho de vivir.

Cada vez es más frecuente escuchar que la violencia rodea  a miembros de nuestras familias,  a nuestros amigos o conocidos. Pero cuando la violencia nos ocurre a nosotros mismos,  se pone de manifiesto nuestra vulnerabilidad y la precariedad con la que vivimos.

Si bien no podemos estar de acuerdo con la violencia en cualquiera de sus formas,  el hecho mismo de ser susceptible a un acto violento,  pone de manifiesto que nuestra condición humana es caduca, limitada y por tanto, vulnerable.  Cuando pasa el acto de violencia,  se pierde la perspectiva de futuro,  que se recupera poco a poco cuando el tiempo permite tomar distancia.  Vivir un acto de violencia debe ser condenable a todas luces,  pero al mismo tiempo abre la posibilidad de situarse frente a la vida de una manera distinta.

Después de  un acto de violencia,  necesitamos explicarnos por qué somos violentos, y no sólo porque ocurrió el evento.  Al mismo tiempo,  se requiere canalizar la energía negativa que nos provoca la misma violencia,  y que nos lleva a pensar en la ley del Talión,  donde el “ojo por ojo” se percibe como un deseo que busca satisfacción. La violencia nos pone ante la posibilidad de considerar de qué manera construirnos como humanos,  cuando nuestra vida ha sido vulnerada.

Si bien la violencia tiene muchas causas,  en el fondo se explica,  por el deseo de imponerse al otro,  por el desconocimiento del valor y de la dignidad de cada uno. Al mismo tiempo, por el deseo egoísta de mirar sólo  por los propios intereses sin importar los del otro.


La violencia nos pone enfrente nuestras posibilidades:  reaccionar de la misma manera u  optar por el otro.  La ética del cuidado reacciona ante la violencia,  denunciando y abriendo caminos de preocupación por un mundo distinto.  La violencia nos señala que el cuidado como condición básica para vivir,  se nos olvida; y sin embargo se hace cada vez más necesario cuidarnos unos a otros,  de otra forma terminaremos cuidándonos unos de otros.

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