Se ha vuelto lugar común señalar que la
violencia y la inseguridad están a la vuelta de cualquier esquina. La violencia se expresa de múltiples maneras,
pero básicamente tiene su origen en una visión limitada del don de la vida,
y del respeto a la persona en uno de sus derechos básicos: el derecho de
vivir.
Cada vez es más frecuente escuchar que la
violencia rodea a miembros de nuestras
familias, a nuestros amigos o conocidos.
Pero cuando la violencia nos ocurre a nosotros mismos, se pone de manifiesto nuestra vulnerabilidad
y la precariedad con la que vivimos.
Si bien no podemos estar de acuerdo con
la violencia en cualquiera de sus formas,
el hecho mismo de ser susceptible a un acto violento, pone de manifiesto que nuestra condición
humana es caduca, limitada y por tanto, vulnerable. Cuando pasa el acto de violencia, se pierde la perspectiva de futuro, que se recupera poco a poco cuando el tiempo
permite tomar distancia. Vivir un acto
de violencia debe ser condenable a todas luces,
pero al mismo tiempo abre la posibilidad de situarse frente a la vida de
una manera distinta.
Después de un acto de violencia, necesitamos explicarnos por qué somos
violentos, y no sólo porque ocurrió el evento.
Al mismo tiempo, se requiere
canalizar la energía negativa que nos provoca la misma violencia, y que nos lleva a pensar en la ley del
Talión, donde el “ojo por ojo” se
percibe como un deseo que busca satisfacción. La violencia nos pone ante la
posibilidad de considerar de qué manera construirnos como humanos, cuando nuestra vida ha sido vulnerada.
Si bien la violencia tiene muchas
causas, en el fondo se explica, por el deseo de imponerse al otro, por el desconocimiento del valor y de la
dignidad de cada uno. Al mismo tiempo, por el deseo egoísta de mirar sólo por los propios intereses sin importar los
del otro.
La violencia nos pone enfrente nuestras
posibilidades: reaccionar de la misma
manera u optar por el otro. La ética del cuidado reacciona ante la
violencia, denunciando y abriendo
caminos de preocupación por un mundo distinto.
La violencia nos señala que el cuidado como condición básica para
vivir, se nos olvida; y sin embargo se
hace cada vez más necesario cuidarnos unos a otros, de otra forma terminaremos cuidándonos unos
de otros.
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