El 12 de diciembre de 1926, llega a Guadalajara Aarón Joaquín que pronto sería conocido como el apóstol de Jesucristo, por los miembros de la Iglesia que fundó en la zona metropolitana de Guadalajara. Después de superar una serie de complicaciones y al mismo tiempo, cosechar éxitos entre sus seguidores, muere el 9 de junio de 1964. Ese mismo día, asume la dirección de la Iglesia su hijo menor, Samuel Joaquín Flores.
Samuel Joaquín es el menor de seis hermanos, lo que no impidió que fuera nombrado sucesor de Aarón Joaquín. Sin embargo, su posicionamiento como líder no estuvo ausente de complicaciones, que no suelen ser abordadas en la historia oficial de La Luz del Mundo. Ahí se ha construido una visión mesiánica y una historia de carácter hagiográfico del personaje en cuestión que no deja lugar a la discusión, ni al análisis profundo, sino a la autorreferencialidad. También este es su derecho, aunque no necesariamente refleja la ausencia de tensiones.
Han sido más bien las voces externas -de periodistas, investigadores o exmiembros de la iglesia- las que han señalado otros puntos de vista.
Ciertamente no se puede dejar de reconocer el aporte de los miembros de La Luz del Mundo a la sociedad tapatía, y su forma de organización que ha puesto la muestra a otras iglesias, de lo que se puede realizar cuando el espíritu religioso se operacionaliza en obras de beneficio social. En parte, esto es obra de Samuel, pero también de los miembros de la iglesia.
Ciertamente no se puede dejar de reconocer el aporte de los miembros de La Luz del Mundo a la sociedad tapatía, y su forma de organización que ha puesto la muestra a otras iglesias, de lo que se puede realizar cuando el espíritu religioso se operacionaliza en obras de beneficio social. En parte, esto es obra de Samuel, pero también de los miembros de la iglesia.
Pero a 50 años del nombramiento de Samuel Joaquín, y con 77 años de vida - nace el 14 de febrero de 1937- se percibe en el horizonte la llegada de cambios. Por un lado, la enfermedad de Samuel que ha sido cuidadosamente silenciada, es cada vez más conocida. Una enfermedad que ha movilizado las interpretaciones para darle un tono religioso por parte de la comunidad. Así se ha señalado que Samuel Joaquín sufre por los pecados de la iglesia. Esta es la única forma de explicar, que aquel que tiene carácter divino, y a quien se atribuyen los dones de curación y de salud, esté en situación de vulnerabilidad como cualquier humano.
Por otra parte, la enfermedad de Samuel plantea el problema de la sucesión. Las confesiones religiosas con más tiempo, -recuérdese que La Luz del mundo no llega históricamente a cien años- tienen métodos para mantener el orden en tiempos de sucesión. Estos métodos permiten la renovación de las jerarquías gobernantes y el mantenimiento de cierta continuidad, lo que garantiza el orden, la estabilidad y la paz. Pero, la historia de esta iglesia no permite claridad al respecto, pues el nombramiento de Samuel no está ausente de elementos nebulosos, sostenidos en revelaciones de Dios a nivel personal. Además de que no se conocen procedimientos sobre el nombramiento del sucesor. Probablemente los haya pero no lo sabemos. La ausencia de información permite generar conjeturas de todo tipo. Los rumores señalan que el sucesor de Samuel Joaquín saldrá de su familia, a la que se considera una familia de linaje apostólico. Sin embargo, las condiciones de la Iglesia no son las mismas que en 1964, y es posible que más de uno desee recibir el nombramiento.
El carácter conservador de la Iglesia puede mantener el liderazgo y el control de los bienes, en alguno de los miembros de la familia Joaquín; sin embargo, estamos ante la presencia de una iglesia donde la cuarta generación de creyentes podría buscar un espacio en la sucesión. Al mismo tiempo la expansión que la iglesia tiene, se convierte en un elemento que no puede perderé de vista.
En una sociedad democrática y plural, para muchos puede parecer extraño el modo como se opere -llegado el momento- la sucesión de Samuel. Lo importante es la palabra de los mismos creyentes, no como reacción descalificadora a los comentarios o preguntas que surjan de otras voces, sino con el sentido crítico que hace reconocer que independientemente de la fe en la inspiración divina, la religión siempre es un hecho social, histórico y concreto no ausente de tensiones y emociones diversas.
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