El principio de responsabilidad |
He leído el libro de Hans Jonas, El principio de responsabilidad: Ensayo de una ética para la civilización tecnológica, y más allá de las contraposiciones y afinidades que un libro como éste puede poner de manifiesto, el asunto es que a cuarenta años de su publicación (1979), el texto sigue generando discusiones. En esta publicación quiero situarme más allá de las discusiones sobre si sus interpretaciones de la historia y de algunas teorías o autores filosóficos son correctas y completas. Parto de la idea de que cuando se redacta siempre se es selectivo e ignorante, en sana tensión con la suposición de que algo se tiene qué decir.
El libro de Jonas puede leerse desde la lógica de la filosofía actual -analítica, hermenéutica, fenomenología, post-estructuralismo, etc-, pero el texto se sale de los marcos epistemológicos de estas tendencias para partir de dos hechos: el hombre es el único -que hasta el momento- se plantea el problema de la responsabilidad, y el planeta se está acabando debido a la acción humana mediante la ciencia y la tecnología modernas. La reflexión de Jonas es una crítica a ambas y muestra la necesidad de actuar con cautela en un marco de responsabilidad.
La obra de Jonas es importante porque ofrece un nuevo tipo de cuestionamientos sobre el desarrollo de la tecnociencia y el papel del ser humano en el mundo. Así, sugiere la necesidad de pensar nuevamente la ética más allá de los marcos tradicionales como la búsqueda de la felicidad, el cumplimiento del deber, el desarrollo de una vida virtuosa, entre otros.
Su propuesta de nuevo imperativo “Actúa de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica", que también se expresa como "No pongas en peligro la continuidad indefinida de la humanidad en la Tierra", permite plantear una serie de preguntas que llevan a considerar que la ética sigue construyéndose: Así, por ejemplo, frente a cuestiones consideradas suficientemente discutidas, propone discutir los siguientes tópicos: ¿cuál es el bien humano? ¿es posible definir límites al actuar del ser humano? En tal caso ¿cuáles serían estos y bajo qué consideraciones? ¿la noción de bien común involucra a toda la naturaleza más allá de las sociedades humanas? ¿qué tipo de economía es pertinente en una sociedad que busque superar la cultura del descarte?
“Con respecto a la prolongación de la vida humana se pregunta: ¿Hasta qué punto esto es deseable? Sobre el control de la conducta humana: ¿Debemos inducir sentimientos de felicidad o placer en la vida de las personas a través de estímulos químicos? En relación a la manipulación genética, donde el hombre toma en sus manos su propia evolución: ¿Estaremos capacitados para el papel de creadores? ¿Quiénes serán los escultores de la nueva imagen del hombre? ¿Según qué criterios y en base a qué modelos? ¿El hombre tendrá el derecho de cambiar el patrimonio genético del propio hombre?”(1)
En el fondo, se trata de replantear los asuntos que nos son vitales, porque son aquellos sobre los que descubrimos que tenemos poder. Para ello se sitúa más allá de lo que considera éticas tradicionales, de los ofrecimientos de las tradiciones religiosas -aunque se reconozca en una de ellas, más por cultura que por confesión-, y de las respuestas esperanzadoras de la filosofía de Bloch y Popper. El principio esperanza de Bloch es cuestionado por Jonas, porque, aunque parte del reconocimiento de la carencia, se decanta por la utopía y la ensoñación de que la materia tiene en sí posibilidades creativas que le llevarán a pervivir. En tanto que la aspiración de Popper de que la ciencia se autocorrige en sus errores a partir de ensayar soluciones para los problemas. Si bien Jonas no descarta las tentativas de solución que plantea Popper, sostiene que existe un ámbito al que las ciencias sociales y las ciencias de la naturaleza no pueden acceder. Dicho ámbito es el de la ética.
La configuración de esta nueva ética es una ética del cuidado que pone su acento en dos cuestiones: la responsabilidad a largo plazo y la prudencia a corto plazo. El principio de responsabilidad de Jonas, tiene su base en la compatibilidad del ser humano con la tierra. Ahí radica lo que él llama una “vida humana auténtica”. En este cruce de caminos, convergen tres valores: la comprensión del ser humano como sujeto de responsabilidad, la conciencia de las consecuencias y el ejercicio de la libertad.
Como puede observarse, se trata de una ética práctica que se enfrenta a la cultura del descarte y de la destrucción. Para una reflexión ética preocupada por la fundamentación o lo procedimental, estas consideraciones centradas en el cuidado son invisibles, y cuando aparecen se pueden interpretar como retórica… sin embargo, en ellas nos va la vida. Las preguntas que surgen a propósito de la lectura de Jonas y las que él propone, podrían ser -a mi juicio- preguntas para configurar una nueva ética.
(1) De Siqueira, José Eduardo. El principio de
responsabilidad de Hans Jonas (en) Acta bioethica versión On-line ISSN 1726-569X Acta
bioeth. v.7 n.2 Santiago 2001 http://dx.doi.org/10.4067/S1726-569X2001000200009