Juan Sandoval y José Francisco Robles, cardenales tapatíos. Imagen de Voanoticias. |
La iglesia tapatía vive en una situación de tensión que se busca mantener en silencio, pero cada cierto tiempo aparecen señales que muestran el conflicto. Desde el 21 de abril de 1994 hasta el 7 de diciembre de 2011, Juan Sandoval gobernó la iglesia tapatía con una mano firme, que hizo del aspaviento y la corrección en público su mejor arma. Los medios de comunicación esperaban sus declaraciones. El tema era lo menos importante, sin embargo, un análisis detenido de los temas públicos que abordó en su episcopado, muestran un Sandoval queriendo hablar de política e influir en ella. Temas como la homosexualidad, los derechos humanos, los delincuentes, la muerte del cardenal Posadas, el adjetivo a los ministros de la Corte a quienes acusó de ser "maiceados", los conflictos con Marcelo Ebrad, el aborto, los feminicidios, el papel de las mujeres, la antipatía por la educación sexual, las declaraciones sobre las relaciones entre gobierno y narco, entre otros han sido punto de debate en distintos lugares. Sandoval pertenece a la vieja escuela que considera que ser conservador es estar en el lugar seguro y en posesión de la verdad. Sandoval no escucha, grita. Su modelo de iglesia es el del autoritarismo que quiere tener la última palabra en todo.
Frente a él, se encuentra José Robles Ortega, un hombre más preocupado por ser titular de otra arquidiócesis que por dirigir la que se le ha encomendado. Fue nombrado arzobispo de Guadalajara el 7 de diciembre de 2011. Robles Ortega se ha caracterizado por trabajar sin obispos auxiliares promoviéndolos a otras diócesis, ha dejado el gobierno en manos de sus vicarios. Sus preocupaciones están centradas en la Conferencia del Episcopado Mexicano de la que es presidente desde 2012 y hasta finales de 2018, y en las comisiones a las que pertenece en Roma: Congregación de los Obispos, Comisión Pontificia para América Latina, y Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización. Estas cuatro responsabilidades lo mantienen centrado en otros asuntos, por lo que su presencia pastoral es gris frente a la fuerza que a sus ochenta y cuatro años tiene Sandoval, quien después de seis años de haber dejado el gobierno de la Arquidiócesis tiene más presencia que el titular.
Un ejemplo de la ausencia del cardenal Robles se encuentra en la Romería de la Virgen de Zapopan, el mayor evento religioso de la región centro-occidente del país, a la que sólo ha presidido en 2013 y 2016; mientras que el cardenal Juan Sandoval la presidió en 2012 y 2014. En 2015 correspondió al obispo auxiliar Juan Humberto Gutiérrez, en 2017 por José Guadalupe Martín Rábago, arzobispo emérito de León. Este comportamiento de Robles Ortega va más allá de los rasgos de discreción con los que se desempeña, y muestra un desplazamiento de la responsabilidad, para centrase en otros asuntos. Así, no es de extrañar que el Cardenal Sandoval -que nunca se fue del todo- adquiera notoriedad frente a una autoridad ausente.
Ante la ausencia de Robles reaparecen las declaraciones de Sandoval, las cuales tienen un auditorio -del que no se sabe el alcance- que se expresa en movimientos como el de algunos católicos contra la escultura Sincretismo. La reacción de estos grupos muestra que le encuentran mayor sentido a las declaraciones de Sandoval que a las de Robles Ortega. Al mismo tiempo, grupos como México Guadalupano, Pueblo Guadalupano o medios como A nuestro valle de Jalisco, muestran su inconformidad por la escultura, y solicitan al margen de las autoridades religiosas oficiales, el retiro y destrucción de la imagen. Esto muestra que reconocen mayor fuerza a las frases de Sandoval que ha señalado que la escultura, "es blasfemia de los que la pagaron, y es blasfemia de los que la defienden porque tenemos una ofensa permanente en esta ciudad católica que ama tanto y de corazón a la santísima Virgen María".
No hay comentarios:
Publicar un comentario