Las caras de los asistentes a la llamada Misa Coldplay en Puebla muestran ambigüedad, como suele suceder en todos los asuntos religiosos. Por un lado, el seguimiento del rígido ritual del misal romano vigente, y al mismo tiempo las melodías del grupo Coldplay transmitidas con su letra en una pantalla gigante por encima del altar. Mezclas duras y caras rígidas de los asistentes. Las reacciones no se hacen esperar por parte de las autoridades eclesiásticas de Puebla, pero sobre todo por parte de los feligreses que suben videos a las redes sociales. Las razones que se dan, aluden a la necesidad de cercanía con la comunidad joven.
La distinción entre medios y fines no puede ser más oportuna, al mismo tiempo que la clarificación del sentido de la liturgia. Como todo asunto religioso, la liturgia surge en un momento histórico determinado a la que se le ha añadido una carga de significado simbólico que no puede ignorarse por quienes manejan los asuntos religiosos en su calidad de expertos. Al mismo tiempo, se vive en contextos socioculturales diversos. Puebla -en su mayoría- pertenece al catolicismo conservador heredado de la Colonia. Y aunque muy cercano a la capital de la república mexicana, no se caracteriza por haber asumido una moral abierta y una búsqueda de modificaciones en la vivencia de la fe católica. Al contrario, los poblanos parecen sentirse contentos con su modo de ver la vida y desarrollarse.
La llamada misa coldplay ha puesto sobre la mesa un asunto delicado: el alejamiento de un sector juvenil de la iglesia, particularmente de la misa, y celebra una acción litúrgica usando canciones que tienen una finalidad distinta a la de contribuir al culto, independientemente de la belleza de la música o del valor meditativo de las letras.
Aquí parece residir el problema; por un lado, en el escaso reconocimiento del valor de los símbolos religiosos, lo que genera un trato superficial de la celebración, para alcanzar un fin -al parecer- loable. Habrá qué preguntar a los jóvenes si esa música les fue útil para los fines que se señalaron. La otra cara del problema es más complejo: el actuar -aún sabiéndolo- sin reconocer la dinámica social conservadora de la sociedad poblana. Al mismo tiempo se percibe un escaso análisis de la problemática de la religiosidad al suponer que con música que escuchan algunos, se logrará atender el problema.
Simplificación, superficialidad y buenas intenciones es lo que parece haber detrás de lo que algunos han considerado error litúrgico y hasta sacrilegio; y otros lo miran como innovación y acción de frontera. Ni lo uno ni lo otro: ni sacrilegio ni innovación, simplemente una acción a la buena que desconoce el contexto. Ante ello, los asistentes no supieron cómo actuar... para muestra, los videos que circulan en las redes que permiten observar el desfase entre el comportamiento ritual de los asistentes y unas melodías que rompen la continuidad de la que Rudolf Otto hablaba al definir lo religioso "misterium tremens et fascinans". Los asistentes no parecen fascinados...