Existen por lo menos, desde la visión jerárquica dos maneras de hablar del catolicismo: el catolicismo institucional y el catolicismo popular. Ambos comparten un horizonte de significados pero no se identifica uno con el otro. De esta forma cada uno mantiene una identidad propia que no se diluye en el otro. Más aún, aunque presente uno al otro por compartir el campo religioso y en ocasiones convivir en la fe del pueblo, se trata de visiones diferentes y en momentos divergentes que la mayor parte del tiempo se ignoran mutuamente.
El catolicismo institucional representa la
visión oficial de la Iglesia Católica Romana, por eso la Sagrada Congregación
para la Doctrina de la Fe busca preservar los elementos sustanciales de la fe.
Este catolicismo se expresa en la institucionalidad, en el reconocimiento al
sucesor de Pedro como vicario de Cristo, en la unión de los fieles con el
obispo, en la aclaración de las verdades de fe y su aplicabilidad, por la
función magisterial que tienen los obispos en comunión con el Sumo Pontífice.
La recurrencia a la tradición se convierte en piedra angular para la toma de
decisiones y establecer los matices de la práctica moral y ritual de los
creyentes.
El catolicismo institucional se hace presente a
través de los rituales oficiales, tales como la celebración de los sacramentos
de acuerdo a las rúbricas litúrgicas que vienen desde el Vaticano y que pueden
adecuarse a la cultura de los pueblos pero con la aprobación última de la
Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino. Una forma más
oficial de expresar la postura de este catolicismo institucional se encuentra
en los documentos pontificios, en las alocuciones de las catequesis generales
del Papa y en aquellos mensajes que se leen ante los dignatarios de otros
países; pero sobre todo, se consignan en las encíclicas, cartas pastorales y
mensajes[1]
que se redactan con motivo de las visitas ad
limina[2]
de los obispos a la sede de Pedro cada 5 años.
En esa tónica magisterial, los obispos de la
región pastoral o de una misma conferencia episcopal presentan documentos para
la circunscripción eclesiástica encomendada, con el fin de orientar la vida de
los creyentes en materia de fe y costumbres, aunque en los últimos años se han
emitido documentos de carácter político donde se reflexiona sobre la situación
del pueblo mexicano ante diversas circunstancias, tales como las elecciones, la
solidaridad, el uso de los medios de comunicación.[3]
Por otro lado, existe la visión del catolicismo popular o religiosidad
popular. Esta modalidad llamada popular trata de la religión hecha experiencia
personal por parte del creyente que se reconoce en el espejo de una tradición
comunitaria. De acuerdo con José Luis González Martínez “la expresión
catolicismo popular es una categoría elaborada por los pastores, los teólogos o
los científicos sociales para referirse a un
modo de entender y vivir distinto de la propuesta oficial culta” .[4]
Se trata de una configuración distinta a la del
catolicismo institucional que aparece como resultado de un proceso de
resistencia de la propia identidad creyente. Se trata de una cosmovisión más
utilitaria en términos de la construcción del sentido de vida. Así por ejemplo,
las fiestas populares en torno a la celebración del santo patrono de la
localidad adquieren un sentido diferente a las actividades que se realizan en
el templo del lugar, llegando incluso a contraponerse. Dicha contraposición se
puede descubrir en el discurso religioso que trata de “purificar” la fiesta de
su carácter “pagano” para “acercar” a la gente a Dios. La fiesta con sus juegos
eléctricos, peregrinaciones, tómbolas, juegos pirotécnicos, toritos, etc. se
tolera como un mal necesario para que la gente se acerque a lo que el
catolicismo institucional considera
primordial: la vinculación con Dios y su expresión en la participación
de los sacramentos.
Este modelo de convivencia permitió justificar
la existencia de dos tipos de católicos:
los practicantes y los no-practicantes. Entendiendo que el carácter de
practicante lo daba la participación en los eventos litúrgicos y en la
aceptación de una moral prescriptita del modo de vida. Los católicos
no-practicantes se convertían en un reto para las labores de evangelización y
para los equipos pastorales que prueban su eficacia a través del acercamiento
de los no-practicantes a las prácticas cultuales.
Sin embargo, esta forma de interpretar la
pertenencia es limitada porque da la impresión de que la expresión de
confesionalidad católica[5]
unifica en las creencias, aunque no todos sean practicantes.
[1] Las encíclicas, cartas pastorales y otros documentos
oficiales de la Iglesia Católica Romana se pueden leer en la página electrónica
del vaticano www.vatican.va
[2] Las visitas ad
limina apostolorum se refieren al encuentro que cada 5 años realizan los
obispos de las regiones pastorales de la misma nación o reunidos como
conferencia episcopal. Tienen la intención de informar al Papa del estado de
cosas en la propia diócesis. Previamente se ha entregado un informe escrito
desde el cual se reflexiona y se hacen las recomendaciones pertinentes por
parte del Papa y de la Curia Romana.
[3] Para revisar los documentos redactados por la
Conferencia del Episcopado Mexicano se puede acceder al sitio oficial www.cem.org o para una visión más amplia a la
Conferencia del Episcopado Latinoamericano www.celam.org
En ambos sitios se encuentran vínculos a las
diócesis y sus documentos.
[4] González Martínez, José Luis. Fuerza y sentido. El catolicismo popular al comienzo del siglo XXI,
Ediciones Dabar, México 2002 p. 8
[5] En México, de acuerdo a los datos del Censo Nacional de Población continúa
manifestando que la población se inscribe en el catolicismo como religión
mayoritaria.