miércoles, 30 de octubre de 2013

Ignacio Larrañaga regresa al Padre



In memoriam

Era los inicios de la década de los ochenta cuando escuché por primera vez al P. Larrañaga.  A partir de ahí, su sistema de oración y sus textos se volvieron un referente constante en mi proceso formativo.

Los primeros textos que leí de él fueron Sube conmigo, que bajo la argumentación para los que viven en común, mostraba la complejidad de construir la vida religiosa comunitaria, pero abierto siempre a la configuración de una convivencia centrada en la propuesta del Nazareno. Más adelante El silencio de María, permitió reconocer las consecuencias del hágase de esta mujer, que entra en la historia humana como la que reconoce que el Señor ha hecho en ella maravillas, cuando sólo es la esclava del Señor. 


Más tarde, Muéstrame tu rostro, pasó a formar parte de los mejores textos para explicarme, en ese momento la intimidad con el absolutamente Otro. Al mismo tiempo, la realización de los talleres de oración permitieron reconocer -a través del audio- la voz que después tuvo cara. 



En la casa de formación donde moraba, se sabía que Larrañaga era un fraile capuchino, un hermano de la reforma franciscana que se caracterizó por la búsqueda de volver a las fuentes, tal como lo señalaba el Concilio. 
Nunca lo vi con el hábito capuchino, ligeramente diferente al de los franciscanos observantes, y sin embargo, la TAU siempre formó parte de su indumentaria, tal como lo asumieron los capuchinos al inculturarse. Era apenas una señal, un vestigio que dejaba paso a la pregunta y que permitía señalar el horizonte de sentido. Cuando le conocí, me quedó claro que la clave del franciscanismo es la referencia cristológica.

domingo, 27 de octubre de 2013

El primer Francisco

En 1182 nace Francisco de Asís. 

En estos días en que se habla de la fuerza del Francisco del siglo XXI, que es obispo de Roma, conviene una mirada la experiencia del primer Francisco, el de Asís. 



En la experiencia de fraternidad y minoridad que vive Francisco, se encuentra la clave de la reparación de la Iglesia a la que se sintió llamado al orar frente al Cristo de San Damián. El sentido de la vida como tal, es una construcción a partir de la revisión de las opciones que se pueden vislumbrar. 

Por otra parte, la denuncia profética de Francisco ante el caos que vive la iglesia, es una clave para reconocer la fuerza transformadora de esta experiencia de sentido en el Absoluto.

¿Dónde está la juventud?

A finales de los ochenta, un grupo cristiano, Brotes de Olivo, preguntaba en una melodía ¿Dónde está la juventud?  La melodía siguiente muestra esta pregunta.



A casi 40 años, la pregunta sigue valiendo la pena hacerla a las generaciones jóvenes. En cada joven, hombre o mujer, hay una posibilidad de respuesta que ayude al mundo de los adultos a aclararnos cómo entender los procesos de vida de hoy.

Seguramente sus respuestas diferirán de la de quienes en los 80 éramos jóvenes, pero tendrán validez al caracterizar una nueva época, a la que muchos gustan de descalificar, pero en la que yo veo esperanza.

martes, 15 de octubre de 2013

El Papa Francisco y la despaganización del papado: Leonardo Boff

La Iglesia se hace pueblo
Las innovaciones en los hábitos y en los discursos del Papa Francisco han abierto una crisis aguda en los grupos conservadores que seguían estrictamente las directrices de los dos Papas anteriores. Para ellos ha sido especialmente intolerable que el papa haya recibido en audiencia privada a uno de los iniciadores de la “condenada” Teología de la Liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez. Se sienten aturdidos ante la sinceridad del Papa, al reconocer errores en la Iglesia y en sí mismo, al denunciar el carrerismo de muchos prelados, calificando de “lepra” el espíritu cortesano y adulador de muchos en el poder, los llamados “vaticanocéntricos”. Lo que realmente les escandaliza es la inversión que hace, al poner en primer lugar el amor, la misericordia, la ternura, el diálogo con la modernidad y la tolerancia con las personas, incluso con las divorciadas y homoafectivas, y solo después las doctrinas y disciplinas eclesiásticas. 
 
Ya se oyen voces de los más radicales que, con referencia al Papa Francisco, hacen para “el bien de la Iglesia” (la suya evidentemente) este tipo de peticiones: “Señor, ilumínalo o elimínalo”. La eliminación de los papas problemáticos no es una rareza en la larga historia del papado. Hubo un momento entre los años 900 y 1000, la llamada «era pornocrática» del papado en la que casi todos los papas fueron envenenados o asesinados. 

Las críticas más frecuentes que circulan en las redes sociales de estos grupos, históricamente anticuados y atrasados, van en la línea de acusar al actual Papa de estar desacralizando la figura del papado, banalizándola y secularizándola. En realidad ellos ignoran la historia y son rehenes de una tradición secular que tiene poco que ver con el Jesús histórico y el estilo de vida de los Apóstoles. Pero tiene mucho que ver con la lenta paganización y mundanización de la Iglesia al seguir el estilo de los emperadores romanos paganos y de los príncipes renacentistas.

Papa Francisco con clasisas en Asís
Las puertas para este proceso fueron abiertas ya en tiempos de Constantino (274-337), que reconoció el cristianismo, y de Teodosio (379-395) que lo oficializó como la única religión reconocida en el Imperio. Con el declive del Imperio Romano se crearon las condiciones para que los obispos, especialmente el de Roma, asumiesen funciones de orden y de mando. Esto ocurrió de manera clara con el Papa León I, el Grande (440-461), que fue proclamado alcalde de Roma para enfrentar la invasión de los hunos. Fue el primero en usar el nombre de Papa, antes reservado sólo a los emperadores. Adquirió más fuerza con el Papa Gregorio Magno (540-604), también proclamado alcalde de Roma, y culminó más tarde con Gregorio VII (1021-1085) que se arrogó el poder absoluto en el campo religioso y secular: tal vez la mayor revolución en el campo de la eclesiología. 

Los actuales hábitos imperiales, principescos y cortesanos de toda la jerarquía, de los cardenales y de los papas se remiten especialmente al Papa Silvestre (334-335). En su tiempo se creó una falsificación, la llamada "Donación de Constantino", con el objetivo de fortalecer el poder papal. Según ella, el emperador Constantino habría dado al Papa la ciudad de Roma y la parte occidental del Imperio. Se incluía en esa “donación”, desenmascarada como falsa por el cardenal Nicolás de Cusa (1400-1460), el uso de las insignias y la indumentaria imperiales (púrpura), el título de Papa, el báculo de oro, la capa sobre los hombros revestida de armiño y orlada de seda, la formación de la corte y la residencia en palacios.
Este es el origen de los actuales hábitos principescos y cortesanos de la Curia romana, de la jerarquía de la iglesia y de los cardenales, especialmente del Papa. Su fuente es el estilo de los emperadores romanos paganos y la suntuosidad de los príncipes renacentistas. Ha habido, pues, un proceso de paganización y de mundanización de la Iglesia como institución jerárquica. 

Los que quieren volver a la tradición ritual que rodea la figura del Papa ni siquiera son conscientes de este proceso históricamente cerrado y condicionado. Insisten en algo que no pasa por la criba de los valores evangélicos y de la práctica de Jesús. 

¿Qué está haciendo el Papa Francisco? Está restituyendo al papado y a toda la jerarquía su verdadero estilo, ligado a la Tradición de Jesús y de los Apóstoles. En realidad, está volviendo a la tradición más antigua, operando una despaganización del papado dentro del espíritu del Evangelio, vivido tan emblemáticamente por su inspirador san Francisco de Asís. 

La tradición auténtica está del lado del Papa Francisco. Los tradicionalistas son solo tradicionalistas y no tradicionales. Están más cerca del palacio de Herodes y de César Augusto que de la gruta de Belén y de la casa del artesano de Nazaret. En contra de ellos está la práctica de Jesús y sus dichos sobre el despojamiento, la sencillez, la humildad y el poder como servicio y no como lo hacen los príncipes paganos y los grandes que subyugan y dominan: "no debe ser así entre vosotros, que el mayor sea como el menor, y el que manda como el que sirve" (Lc 22,26). El Papa Francisco habla a partir de esta tradición original, y la más antigua, la de Jesús y los Apóstoles. Por eso desestabiliza a los conservadores que se han quedado sin argumentos.         

Texto de Leonardo Boff en Koinonía

La muerte no es el final del camino. Símbolos y ritos ceremoniales en el catolicismo

Conferencia presentada en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara : "La mue...