De muchas partes se
esperaba que el 21 de diciembre ocurriera “algo”. ¿Qué cosa significa ese
“algo”? Nadie parece ponerse de acuerdo. Las tres respuestas más socorridas
fueron: que habría un cambio de era, que ocurrirí un cataclismo como señal del
fin del mundo, o que habría un cambio de conciencia.
Los calendarios suelen llamar más la atención, por lo que no
dicen que por lo que dicen. En la tradición occidental, hemos configurado
nuestros calendarios basados en los hechos que resultan tan importantes que se
convierten en acontecimiento. Así, en una historia construida para dar culto a
los héroes, y silenciar a los perdedores, nos interesa lo que los grandes
genios han realizado. Un calendario de gestas heroicas es lo que mueve nuestra
cotidianidad. De modo, que olvidamos algo que en oriente y en las culturas
indígenas si tenían: la capacidad de observación de la naturaleza.
Los calendarios indígenas y de occidente, se construyen no
sobre las figuras de héroes y triunfos, sino sobre los ciclos de la naturaleza,
que una sociedad agrícola acostumbra tomar en cuenta para organizar su vida:
ciclo de siembra como inicio y esperanza de la vida, momento del crecimiento
como etapa de maduración, espacio de la cosecha como disfrute de los frutos del
trabajo; y momento de recoger, limpiar y dejar descansar en terreno, como
espacio de conclusión, de cierre, de símbolo de la muerte incluso.
Organizar así las cosas, nos permite ver la vida de distinta
manera, incluso con un sentido. Esto es lo que ocurre, hoy ante las señales que
algunos interpretan como de “fin de mundo”.
Por otra parte, cuando surgen los calendarios desde la
observación de la naturaleza, también hay que tomar en cuenta el asunto de la
esperanza de vida. En la sociedad indígena mesoamericana y maya, la esperanza
de vida fluctuaba en promedio en 37 años, pero los más expuestos llegaban
apenas a los 24 años, mientras que los más cuidados lograban tal vez los 40.
Así, pensar en ciclos de 52 años, se trataba de una cuestión muy importante,
llegar a los 52 años, implicaba haber alcanzado la sabiduría y ser anciano,
digno de cuidado y respeto. Era, una especie de posicionamiento en la comunidad
y era considerado el inicio de una nueva etapa superior. Esto ocurría también
con la naturaleza. Cada 52 años, se consideraba el nacimiento de un nuevo sol,
es decir, de una nueva etapa u oportunidad, para buscar de nuevo la armonía y
la reintegración del humano con la naturaleza, y del hombre con el hombre.
Vistas las cosas así, sea lo que sea el 21 de diciembre de
2012, no sucedió nada. La alineación planetaria que se esperaba, siempre ocurre
porque se trata de ciclos, pero no podemos hacer depender de estas entidades
inanimadas, nuestro futuro. Fin del
mundo, cambio de era o cambio de conciencia, no son situaciones que dependan
del todo de nosotros, sino que son cuestiones de interpretación. El fin del
mundo es algo seguro, como todo lo finito, esto debe acabar, pero las cifras
más conservadoras de la NASA indican que esto ocurrirá cuando nuestra galaxia,
la Vía Láctea choque con Andrómeda en cuatro mil millones de años. Así que por
ese lado, los agoreros del fin del mundo pueden dormir tranquilos, cuando
ocurra, no habrá un vestigio de ellos en este planeta.
La idea del cambio de era, es algo más fácil de ver, porque
está asociada a acontecimientos históricos; pero por esas mismas razones tiene
que ver de nuevo con interpretaciones selectivas. Los tiempos cambian porque
hay situaciones que se salen de los esquemas, y que no pueden explicarse con
las ideas anteriores. Cuando esto ocurre y entramos en una lógica nueva,
empezamos a cambiar de época. No se trata sólo de cuestiones astrológicas, que
por otra parte, también son interpretación de una cultura sobre lo que observa
en el cielo.
Y finalmente, la cuestión del cambio de conciencia no es
menos extraña, si se atribuye a los astros. Señalar que cambia la conciencia
porque las condiciones y alineación de planetas se modificó, significa que se
somete la libertad humana a lo inanimado.
Esto va contra la suposición de que somos los dirigentes de nuestra
vida.
¿Qué sucedió el 21 de diciembre? A mi parecer: nada.
Seguiremos viviendo con la inercia de los días, y sólo para aquellos que
decidan tomar una posición distinta ante la vida, cambiará la conciencia, pero
sólo como fruto del ejercicio de la libertad, nunca de las condiciones
ambientales o de alineación planetaria. Lo importante es señalar que ante la excesiva credulidad que busca
respuestas fáciles, no podemos asumir sin crítica estas ideas de fin del mundo.
¿El fin del mundo está cerca? Esta es una posibilidad muy
lejana, la otra es vivir tomando el riesgo de la libertad, más allá de lo que
los agoreros del cambio de era, del fin del mundo y de la renovación de la
conciencia quisieran. Yo opto por vivir en libertad ¿y usted?