En un país con el 86 % de población católica y casi dos millones de km cuadrados , es prácticamente invisible la diversidad religiosa, pues en cada kilómetro cuadrado habitarían 53 personas de las cuales 44 serían católicas y apenas 7 de una religión distinta o sin religión con lo que la proporción se ubica en 6 a 1. Si a estos datos duros se le añade la existencia de un grupo religioso dirigente con presencia en todo el territorio nacional, que coordina escuelas, universidades, hospitales, templos, y que tiene presencia pública en radio y televisión, además de estar preocupado por la orientación de la política y de los políticos, entre muchas cosas más, la apreciación del pluralismo religioso resulta más difícil.
Sin embargo, lo más importante es que la población mayoritariamente católica formada en los paradigmas de la cristiandad y mater et magistra, ha asumido y desarrolla, aun sin proponérselo de manera clara, mecanismos de inclusión-exclusión que operan en función de un proceso de invisibilidad que refuerza la incapacidad de mirar la pluralidad religiosa. Estos mecanismos son al menos tres: la existencia de una propuesta moral de tradición católica, el discurso en torno al concepto de secta y las estructuras creadas desde dentro del grupo dirigente para que, sin negar abiertamente la pluralidad religiosa, se le neutralice. Estos tres mecanismos construyen una práctica social que tiene como fruto la creación de un velo que invisibiliza a los “otros hermanos”.
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Ponencia presentada en UdeG - CUCSH el 20 de abril de 2010