Existe la tendencia a nombrar y comprender el catolicismo como unidad. Es decir, ausente de divergencias y de matices. Sin embargo esto puede sostenerse únicamente desde una visión que privilegia la comprensión institucional. Pero al abrir la mirada a las formas como los creyentes viven, expresan y se comprometen con su fe, aparece la diversidad.
El asunto no es menor, el uso de la palabra católico, no garantiza uniformidad sino apertura a la universalidad. Esto da origen a ritos, prácticas y teologías distintas dentro de la misma institución. Por otra parte, el témino católico no hace referencia a la parte romana o de rito latino de la Iglesia, sino a una nota de esta institución originada en el Concilio de Nicea y ratificado en Constantinopla, pero que ya aparece en el Símbolo de los Apóstoles. Entender esto, permitiría que un grupo religioso no se apropie de un concepto, que usado de manera unilateral lleva al integrismo, pero que en su justa dimensión abre a la universalidad.
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