Nació el 4 de junio de 1942. Ha cumplido 75 años, la edad canónica para presentar su renuncia al cargo de Arzobispo Primado de México, el puesto -en la práctica- más relevante en términos religiosos en este país. En la teoría, todos los obispos son iguales, pero como ocurre en todos los grupos "unos son más iguales que otros". Norberto es de este último grupo.
Comenzó a dirigir la Arquidiócesis Primada en 1995 cuando, después de su labor de intervención en Tehuacán, Puebla, y el cierre del Seresure (Seminario Regional del Sureste), el seminario caracterizado por su formación con apertura a la teología de la liberación y por formar a seminaristas de nueve diócesis. En el proceso de cierre -en 1990- intervinieron además de Norberto Rivera, Alberto Suárez Inda, Emilio Berlié, Girolamo Prigioni y Pio Laghi. Tres de ellos -Norberto, Emilio y Prigione- formaron parte de lo que se conoció como el Club de Roma junto con Onésimo Cepeda y Juan Sandoval Iñiguez.
Premiado por Juan Pablo II, Norberto Rivera fue promovido, con el rechazo del clero local, a Arzobispo Primado de México. Sus méritos no existían más allá del cierre del Seresure, del apoyo del Club de Roma y del Arzobispo de Durango Antonio López Aviña.
La gestión de Norberto Rivera al frente de la Arquidiócesis se caracterizó por la escasa cercanía del obispo a los fieles y sacerdotes, pero un encuentro cercano con las élites. Así, se le identificó con la teología de la prosperidad. Su gestión se caracterizó por la intervención en la Basílica de Guadalupe, la destitución del Abad Guillermo Schulemburg en 1996 -que había negado la historicidad de la existencia de Juan Diego ese mismo año-, y el nombramiento de Diego Monroy como Rector de la Basílica, le permitieron tomar control sobre las finanzas del recinto religioso y vender los derechos de propiedad de la imagen a la empresa estadunidense Viotran, el 31 de marzo de 2002. Se trata de un arzobispo que mercantilizó las expresiones de religiosidad de los mexicanos.
Otro acontecimiento que marcó la gestión arzobispal de Norberto fue la cercanía con Marcial Maciel y la defensa a ultranza de su figura. Hasta el momento -y aun después de la condena por parte del Vaticano- no se conoce un pronunciamiento crítico del cardenal al fundador de la Legión. Por otra parte, las acusaciones de defensa y encubrimiento a sacerdotes pederastas lo siguen desde su presencia en Tehuacán, Puebla y han continuado en la Arquidiócesis de México. Esta situación lo llevó a los tribunales norteamericanos de los que salió exonerado, pero a principios de junio de 2017 ha resurgido la polémica al presentarse una denuncia por encubrimiento, y no informar a la Secretaría de Gobernación del caso de al menos 15 sacerdotes pederastas, de acuerdo con el artículo 12 de la Ley de Asociaciones Religiosas. Ante esto, el Estado Mexicano debe resolver no sólo el asunto de la denuncia mediante investigación, sino posicionarse ante los ministros de culto y superar la política del "dejar hacer, dejar pasar" con la que suelen tratar a los líderes religiosos.
El 1 de junio de 2017 ha sido recibido en audiencia por el Papa Francisco junto con Alberto Suárez Inda y Jorge Carlos Patrón Wong. Dos amigos del Papa. El primero arzobispo emérito de Morelia, y el segundo Prefecto de la Congregación del Clero en Roma. La visita fue con motivo de la reunión del grupo que dirige los seminarios en el mundo.
La pregunta en el aire, tanto en las autoridades mexicanas como vaticanas no es otra sino ¿Qué hacemos con Norberto?
Norberto, hábil como es, ha empezado a recurrir a su red de relaciones para presionar al Vaticano para permanecer un mayor tiempo en su cargo, o al menos contar con un trato que le permita continuar su vida de prosperidad. El problema para Norberto es que en el Vaticano no se encuentra un amigo, sino un crítico de su estilo de ser obispo. Con todo, Francisco seguramente se pregunta ¿qué hacemos con Norberto?