
Vayamos por partes. En los orígenes de la iglesia cristiana, el sínodo era sinónimo de gobernabilidad en común, donde el Papa -primus inter pares- consultaba y gobernaba junto con el resto de los obispos. Cuando la iglesia se estructura siguiendo el modelo del imperio romano, la relación con las iglesias orientales hace crisis y terminan distanciadas. La cuestión de la autoridad compartida no era bien vista en la nueva iglesia romana. Esto tiene su punto más complejo con la definición de dogma de la infalibilidad del Papa en el Concilio Vaticano I.
Es hasta el Concilio Vaticano II, donde la visión de Juan XXIII y Paulo VI, favorecen un aggiornamento de la iglesia l mundo moderno. Tal adecuación pasa por la vuelta a los orígenes y trata de rescatar el modelo sinodal de gobierno. La Curia Romana se opone y durante los pontificados siguientes, el sínodo se convirtió en una especia de consultoría, citada cada cierto periodo de tiempo para discutir un tema que invariablemente ha terminado repitiendo lo mismo que ya existe en el pensamiento conservador de un sector de la iglesia. La voz de los obispos se había adecuado a repetir los lineamientos de la Curia por lo que las conclusiones por más abiertas que pudieran ser, terminaban siempre en la repetición para dar salida a los problemas a través de un ajuste de la conducta a la moral y doctrina vigente, aunque ya no fuese útil. La consecuencia de este modo de proceder fue el abandono de un sector muy importante de creyentes que han transitado a la formación de comunidades sin referencia eclesial o a otras religiones.

A partir de lo anterior se redactó el Documento de Trabajo para el Sínodo, que hoy comenzará a discutirse. Dicho documento señala en el fondo dos modelos de iglesia: el de la misericordia y la solidaridad evangélica, frente al de la aplicación del derecho para preservar el dogma. Los cardenales más conservadores se han alineado a éste último modelo esperando condenar a los divorciados vueltos a casar y poner en el baúl de los recuerdos las posibilidades de transformación de la Iglesia. El Papa, el Cardenal Kasper, y un buen número de obispos piensan en la iglesia que regrese a los orígenes. Hasta el 19 de octubre tendremos las conclusiones del sínodo, que para algunos analistas se presentan complejas, porque si las decisiones no favorecen la postura conservadora, está latente un cisma. Estaremos atentos para comentar, y sin embargo, habría que señalar que un cisma por seguir la propuesta abierta y misericordiosa de Jesús, de la que parecen estar distantes algunos cardenales que desean conservar su poder y el status quo, no le haría daño a la Iglesia, al contrario.