El Papa Francisco ha señalado ya en varias
ocasiones las características de los obispos. Y si lo ha indicado con énfasis,
es porque no existen en una buena parte de los pastores eclesiales estas
características.
La última ocasión ha sido en el CELAM, el 28 de
julio, cuando entre muchas otras cosas delineó la figura del obispo. Los medios
han hecho una rápida síntesis noticiosa, que a veces impide ver todo lo que se
ha plantado, por eso traigo a la memoria este asunto.
La frase que sintetiza su postura es la
siguiente: “Los Obispos han de ser Pastores, cercanos a la gente, padres y
hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos. Hombres que amen
la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el Señor, sea la pobreza
exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan
"psicología de príncipes".
Un ejercicio sencillo de contraposición implica
señalar que seguramente muchos obispos orientados con la psicología de
príncipes, que ha prevalecido en la iglesia durante siglos, se caracterizan por
la distancia con los creyentes a los que ni siquiera conocen, con rasgos de
impaciencia y autoritarios –al saberse sucesores de los apóstoles-, amantes del
buen comer, del buen vivir y de la riqueza, dejando la austeridad para otros,
distantes de su presbiterio.
En este discurso, realizado simbólicamente ante
el Comité de Coordinación del Celam, propone además un plan programático para
el obispo: no perder de vista el Concilio Vaticano II, aludiendo a la
Constitución Pastoral sobre la Iglesia (Gaudium et spes), con lo que remarca la
recuperación del sentido social de la fe y la crítica profética. Enseguida,
Francisco habla de las tentaciones a las que debe estar atento el obispo,
porque podrían ser incluso de ellos: la ideologización del mensaje evangélico,
que lo pueda transformar en propuestas sociales, gnósticas, espiritualizantes,
psicologistas, restauracionistas o funcionales. Esto implica para los obispos
una relectura del evangelio más allá de las formas en que lo predican. Tal vez
volver a la escuela, o como dice uno de mis amigos obispos: “al kínder de
obispos” donde la simplicidad es la característica, que suele olvidarse con el
tiempo.
Un tercer grupo de características de los
obispos, se refiere a su tarea: Francisco, señala el riesgo del clericalismo
que hace de los laicos con cierto compromiso, pequeñas caricaturas del cura.
Por otro lado, queda el asunto de los ambientes,
y Francisco es enfático al señalar que se trata de las periferias, y que la
Iglesia en tanto institución no es el centro, porque entonces se funcionaliza y
se convierte en una ONG. Pero la gran frase es respecto al ejercicio de la
autoridad: “El Obispo debe conducir, que no
es lo mismo que mandonear”. Cuando se une esta idea con “Hombres que no tengan "psicología de
príncipes", entonces tenemos claramente delineado el nuevo obispo.
Por supuesto que es posible encontrar figuras santas
y con las características que Francisco ha señalado, pero cierto que por el
tipo de formación desde el seminario, la distancia se convierte posteriormente
en un signo de la sacralidad, y de ahí se deriva un ejercicio pastoral que
tiene a la iglesia sumida en una crisis.
Francisco no ha definido nada nuevo, simplemente
ha recuperado el sentido de la acción pastoral. Por eso, habla de cambio y no
de dogmas.
Los nuncios, que proponen a los candidatos a
obispos ya conocen estas indicaciones; lo obispos que deben dirigir el trabajo
pastoral, también. Pero la duda me asalta ¿serán capaces como grupo de moverse
de su situación de comodidad? Cuando algunos nombres de obispos mexicanos
vienen a mi mente, la duda se convierte en preocupación.